Cuerda imaginaria a la que me agarro cuando el reloj aún no marca las horas; cuando el gallo sueña que jamás madrugará; y en el cuarto de al lado, el sol y la luna ponen a prueba los muelles de una cama.
En la hora mágica del crepúsculo, aquella en la que mi ciudad huele a tierra mojada, yo me siento la hormiga que no quiere subirse al tren de la vida. Pero el claxon y los motores aporrean mis ventanas. Y entonces, anudada la corbata, meto un bocadillo de prisas en el táper.
Y entonces, miro aquel bambú que me regalaste. Y pienso si algo se me perdió en la China.
Que me lo digan...que ya llego tarde.