El día de ayer caminé por una esquina negra, lo suficientemente oscura para que no hubiera nadie, lo suficientemente central para que hubiera solo un ente vacilante, y en la mitad de la noche solo hacía falta una persona y nadie más. Me preguntó qué era lo que quería, yo le pregunté cuanto me costaría, ella me preguntó cuánto yo querría y yo pedí solo una cosa: “¿puedo llamarte por su nombre?”, y me dijo que no. Me desilusionó bastante pero era lo que había, en la oscuridad de la noche no había mucho más que pedir. El único placer que pude satisfacer fue el de no abrirle la puerta a Orfeo por mucho que tocara como todas las noches, estaba demasiado ocupado con la visita cobrada para poder abrirle. Fue una buena visita, solo buena, no fue más, y yo quería más, pero no pude tener más porque para haberlo tenido me faltaba demasiado, me faltaba más que un ser humano, me faltaba una persona, y si quizás hubiera intentado engañarme ¿lo hubiera logrado?, no perdía nada con intentarlo, solo quería intentar engañarme por una noche más y recordar la última canción que le dediqué al sol de mis días. |