Ey ey para!, apenas respiro... le grito Magdalena, mientras Manuel la miraba desde el otro lado de la vereda, apenas era el segundo día del otoño, y ambos recién habían salido de vacaciones
Manuel mantenía un ritmo más fuerte, ya que acostumbraba salir a trotar los domingos
mientras magdalena, apenas soportaba las escaleras del metro a diario
cuando llegaron a la casa, subieron las escaleras a tomar una ducha juntos
Manuel fue rápidamente a buscar las toallas al closet, mientras ella dejaba correr el agua de la ducha, ya se inundaba todo con el vapor, solo se traslucían trozos de piel, y risas furtivas que se escapaban de ese vapor.

Manuel había preparado todo un panorama para esa tarde, ya que el viernes viajarían a Chiloé
sabia que no sería tan fácil convencer a magdalena a salir, solo debía encontrar el catalizador adecuado
sonreía mientras se afeitaba frente al espejo, ¡lo tengo! Pensó en voz baja, espero que magdalena apagara el secador de pelo, y le dijo: amor te acuerdas de esos botines que viste en estado?
Ella perfilo la mirada, y le dijo: mmm, si por que lo preguntas? El respondió, estarían pintados para Chiloé que te parece? Ella lo miro y le dijo, enserio?, Manuel la miro y le dijo; por su puesto amor, y aprovechamos de almorzar en el centro, ella miro con su risa cómplice de siempre y el brillo de sus ojos verdes.

Salieron a la calle y el viento levantaba las hojas, Magdalena tenía las manos Frias, puso una en su bolsillo y la otra en el bolsillo de la chaqueta de Manuel, donde el también puso su mano acariciando sus dedos, caminaron a Manuel Montt mirando el ocaso de frente, de ese día nublado
al llegar al metro ella le saco un cigarro y se acomodo frente al café del Arte, le miro con esa sonrisa preguntando si podían pasar por un mocaccino antes de emprender el viaje.

Manuel mirando su figura en la banca extendió su brazo y la ayudo a levantarse, aprovechando el impulso le robo en beso que casi dejándola sin aire, pasaron al café.
Sentados en la cuarta mesa que tiene vista hacia la galería, Manuel miraba un libro de Garcia Márquez
ella jugaba con una servilleta, ambos tarareaban esa canción de the smiths.
El tomo una de las servilletas, sacando un lápiz de su chaqueta le dibujo un perrito, que mas parecía una morisqueta, ella sonrió, y tomo otra servilleta y plasmo sus hermosos labios carmesí con su labial
Manuel tomo ese beso y al reverso le escribió un verso.

Pidieron la cuenta y caminaron jugando sin darse cuenta, estaban en el parque Balmaceda donde se juntaban después de la escuela, ambos cruzaron miradas, brillaban alumbradas por recuerdos, de esas bancas de concreto, Manuel sentado en el suelo, su cabeza apoyada en las piernas de Magdalena, el jugaba con sus largos cabellos de sol, ella seguía tarareando la misma canción del café, se pusieron de pie emprendiendo camino hacia el paradero.