Hace algunos años un amigo fotógrafo y estudiante de filosofía- fanático, obvio- me dijo que todo el misterio de la vida estaba en la fotografía. Mientras vivimos, somos el positivo revelado. Al morir, somos el negativo, por eso nunca nuestra existencia desaparece, se conserva eternamente en ese soporte donde estamos desde que nacemos, junto por siempre con todos nuestros seres queridos y experiencias que hemos disfrutado. y que en algún momento puede retornar para convertirse en positivo, tal como sucede con las películas. Qué grandes encuentros! Quizá eso sea el Paraíso, me decía en la misma línea de pensamiento. Le contesté que no me parecía que fuera así, porque la fotografía sólo data de casi dos siglos más o menos . Y antes? Se rió. Me contestó que todas las bases emulsionantes están en la naturaleza, y que la energía del sol ha fotografiado todo, que el aire es su objetivo y la historia de la humanidad está a pleno viajando por el espacio, y podrá ser captada cuando se cree la máquina para ello. Y que todo el universo es en realidad un gran vacío sensible donde la energía deja su impronta. Así, nada perece.