El maestro Dios bebió de la pócima espesa de Tami y escuchó por un momento la melodía celestial de la orquesta angelical, como nuevo y curado de su ceguera, se sentó en su trono divino. El Dios rojo no podría poner jamás un pie en el paraíso, y ésta vez, sin ninguna compasión, fue arrojado al río de lava de protones asesinos, para nadar en la lava para siempre.
El maestro arrebató del poder de la pasión al Dios rojo, y alzó su mano, y de su mano fue a cada cosa del Paraíso, y la repartió a todos los Dioses. –Y así, el maestro depositó la pasión en la flor, en los animales, en las personas, y en cada cosa viviente-. Los tres ángeles se pararon frente al Dios rojo, el ángel Axil levantó su espada y lo señaló, y dijo: “Has traicionado la bondad del maestro, has renunciado a los goces del paraíso por tu ambición de poder desmedido, las reglas del paraíso son claras, tu, Dios Rojo, que con tu pasión alimentabas el fuego de los Dioses, nada ahora en la lava de tu perdición”. Los otros dos ángeles levantaron vuelo, y llevando consigo al Dios lo arrojaron desde lo alto hacia la lava ardiente.
Furiosa, Tami condenó a Clepias a un castigo brutal. La convirtió en microbio, no conforme con esto, además le aplicó el siguiente castigo: se convertiría de microbio a partícula, eternamente, menos las noches de luna llena, cuando convertía a Clepias en un delicioso budín que a Tami le encantaba comer y que nunca se acababa.
Sobre el encuentro entre Tami y Clepias…
Existen distintas versiones del castigo que Tami impuso a Clepias. La primera de ella nos cuenta que Tami se apareció en el bosque de los lamentos perdidos, y encontró a Clepias caminando sobre un tronco, camuflada de hormiga, advertida por su cotorra logró despertarse a tiempo, convertirse en ella misma y enfrentarse cara a cara con Tami. Clepias fue la primera en atacar, desde la uña negra de su dedo índice lanzó una llamarada de fuego. Tami levantó el manto que llevaba puesto y que era ignífugo, por estar compuesto de agua lunar, y contraatacó con su bola energética de amor positivo, que impactó en el pecho de Clepias y debilitó la maldad latente de su turbio corazón. Clepias aún se sentía fuerte y materializó en sus manos el bastón caracol, que al pegarle a Tami en su hombro la dejó inmóvil y en el suelo y lenta para moverse. En el preciso momento en que Clepias iba a convertir a Tami en un insecto para pisotearla, Tami pudo invocar mentalmente el poder de la movilidad de los planetas, y se puso en pie rápidamente, y así, moviendo sus manos en el sentido de las agujas del reloj, y pronunciando las palabras: “Shan Shan”, mientras su figura se veía envuelta por un escudo de energía dorado, pudo conjurar el hechizo que convirtió a Clepias en un microbio eternamente.
Pero existe otra versión, que difiere, y donde se nos cuenta, que Tami además de convertirla en microbio, la condena a convertirse de microbio a partícula eternamente y las noches de luna llena en un budín. También difiere en el siguiente aspecto: Tami adoptó la forma de la hermana de Clepias, la confusión de Clepias cuando la vio le jugó en contra. Y la tercera versión no menos interesante, nos cuenta que, en realidad Tami adoptó la misma imagen que Clepias, transformándose en ella, a imagen y semejanza, incluso con los mismos poderes malignos, y así logró su cometido. Cuando sentenció el destino de Clepias, por fin, volvió a su morada.
Sobre cómo llegó Tami al encuentro con Clepias…
Existe una sola versión al respecto. Llegar al bosque de los lamentos perdidos sería una odisea para Tami, según el humor de los Dioses. Pese a su entrenamiento diario que consistía en dar largas caminatas y porque su deporte favorito era caminar trayectos interminables. No llegaría tan fácil como ella pensaba. Descendió de su hogar por el tobogán de aguas arremolinadas luminosas al roce de su piel, y comenzó a caminar a paso lento por el “camino del fuego” comiendo una frambuesa mágica que le daba energía, antorchas en hileras a ambos lados del camino iluminaban sus pasos, el suelo era de piedra caliza, pero hubo de detener su marcha al llegar al borde del roto sendero, de dar un paso más iría en caída libre al abismo. La suerte estuvo de su lado, ya que apareció el espectro de la vieja maga Rotina que la tomó de sus manos y la ayudó a pasar volando al otro lado. El bosque de los lamentos perdidos no era un bosque como los demás, podía ocultar su vitalidad. Desde las ramas fantasmagóricas de los árboles hasta sus hojas, desde las raíces añejas hasta el suelo erosionado. Desde sus plantas carnívoras hasta sus animales salvajes, latía, sentía y pensaba con vida propia, así como podía ocultar a sus fantasmas, que eran los fantasmas de los lamentos perdidos, almas en pena que no dejaban el bosque bajo ninguna circunstancia, condenados espectros que vagan eternamente, bajo la tormenta feroz, un remolino endemoniado cuyo centro es un ojo que escupe lluvia, granizo y piedras, y viento fuerte, que al soplar incita a los espectros del bosque a aparecerse a cualquiera que se atreva a penetrar su territorio de locura.
Y hacia ese territorio latente y siniestro se encaminaba Tami. El camino del fuego es un trayecto corto que conduce al pueblo de los elementales. Tami no tardó en llegar. Su recibimiento estuvo a cargo del gnomo Xupi, quien al verla se quitó el sombrero y bajo sus ojos verdes se dibujó una sonrisa de fábula. Le dio un abrazo, junto al resto de los gnomos que la rodeaban. Enseguida apareció un perro de patas cortas, envuelto en llamas verdes, que no era otro sino la salamandra Cot, cada ladrido era un gesto de cordialidad y bienvenida, todos juntos se dirigieron al río del brillo, y Xupi convidó a la ondina Triel a dejarse ver en la orilla. Luego de su acto de presencia, Tami les contó a los contertulios cuál era su misión y del acto de maldad cometido por Clepias. La ondina Triel sugirió que fueran a visitar a la sílfide Enera, que la ayudaría en su aventura.
Llegaron a la majestuosa residencia de Enera, por la playa de conchas transparentes, y allí se la veía, bellísima, en la terraza, contemplando a las hadas y sus luces, desnuda, con su cuerpo cubierto por un velo transparente, y su rostro pálido al aire libre, con sus ojos turquesa, orejas puntiagudas y larga cabellera rojiza.
Subieron por la escalera y Cot dijo con voz chillona: “Oh poderosa Enera, que con tu encanto y belleza conquistas y seduces, estoy ante ti pidiéndote por favor intercedas a ayudar a nuestra maga Tami en su lucha contra Clepias”.
-¿Han visto que bellas son las hadas? ¿Y por qué yo debería de ayudarla si soy más linda que ella? –dijo Enera con voz suave.
-Enera, soy la maga Tami, admiro tu belleza y te estaría agradecida que me ayudes por favor –dijo Tami en tono suplicante.
-Tú puedes sola… y no necesitas de mi belleza.
-No domino el aire como tu Enera.
-Siendo así… admites que soy mejor y más bella que tú.
-Si Enera, lo eres –admitió Tami para que se le conceda el favor.
-Está bien, desataré una tormenta sin precedentes… o mejor de un soplido quitaré esa tormenta maldita del bosque de los lamentos perdidos y enviaré a sus fantasmas al pozo de la oscuridad del infierno… pero solo si me vuelves a decir lo bella que soy…
-Eres muy bella Enera.
-Bien, siendo así… no hay tiempo que perder…
Enera desplegó sus alas multicolores y cortando el viento levantó vuelo en zigzag hacia el bosque de los lamentos perdidos. Tami agradeció a Triel y el resto de elementales, incluida la ondina Siri que se tocaba el cabello frente a un espejo redondo que sostenía en su mano.
Tami siguió rumbo al bosque de los lamentos perdidos después de despedirse. Bien sabía que una maga como Clepias no sería un rival fácil, tenía la ventaja de contar con el favor de los Dioses y la ayuda de los elementales, y aun así se sentía preocupada.
(Continuará...) |