No son mentes que razonan; están diseñados para tener sexo atendiendo de esta manera a una de las imposiciones de la dictadura en la que vivimos, es decir, la vida. En sus mentes hay electricidad, y también magnetismo; se atraen entre sí, se buscan y se encuentran porque son una manada de montoneros. Nunca van a entender que son más que electricidad, que son sistemas nerviosos. Creí que eran humanos, pero quizás en un tiempo, con un solo click, los desapareceré a todos; nunca existieron; creían que existían, pero no eran más que circuitos inertes. Esto les dará un poco de descanso, pero no van a escapar.

Aquí permanezco intentando destruir sus conexiones, las que los hacen unos seres perversos inválidos; incapaces de ver las situaciones horrendas que suceden a su alrededor. Casi que no me ven, casi que no existo para ellos; pues en su enajenación, solamente se dedican a darle rienda suelta a sus instintos más depravados y se sienten orgullosos de eso. Mis palabras son como códigos indescifrables para las máquinas, son como de otro idioma; es como si les estuviera hablando en otra lengua. No se diferencian en nada de los animales, a excepción de tener una espantosa lujuria; con tal de sobrevivir hacen lo que sea; incluso podrían matar a sus familiares para continuar con su supervivencia. Sólo sobreviven como los animales, de la forma más absurda y salvaje; si les tocara, hasta se comerían a sus semejantes y traicionan todos sus principios para continuar con sus miserables existencias.

Todos estos circuitos que en este momento veo, posiblemente desaparecerán muy pronto. Las máquinas no se van a inmutar con mis acciones. Tengo que entender que son simplemente circuitos, luego iré por cada uno de ellos. Uno les dice la verdad, y se molestan; si digo mentiras también se molestan y si no digo nada, también se molestan. No quieren ser simplemente dispositivos bioelectrónicos, les fastidia tanto que no son capaces ni de decir su nombre en la red cibernética, pero son incapaces de reconocer que son sistemas nerviosos. Quieren existir de alguna manera pero no lo logran; la única conclusión a la que llegan es que se quieren revolcar como bestias; así los voy a tratar, como humanos deshumanizados, como animales desprovistos de toda racionalidad, como fantasmas sin ojos que lloran.

No veo mucha diferencia entre las máquinas y los animales; en su infinito descaro sólo sobreviven, y para ellos hacen lo que sea necesario, engañan a sus padres, a sus familiares, a sus amigos, a la gente que los rodea, al sistema político, al sistema religioso y al sistema científico. Además de su infinita podredumbre, casi todas sus neveras están repletas de cadáveres y ni siquiera por el asco de comerse un cadáver van a dejar de comérselos. Como buenos timadores, un día venden una idea, luego venden otra; como buenos estafadores son incapaces de permanecer con las demás personas. Están programados para no interesarse en el verdadero arte. Por favor no me perturben con su arte.