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El combate

Hasta dónde puede dar su vida un hombre, para que su muerte le dé algo a ganar.
F. Delgadillo

Jorge Cortés


Los invitados estaban citados a las dos de la mañana. Siendo músico uno de los anfitriones, pudiera pensarse que esto era por asuntos de trabajo, ya se sabe que esta gente se ocupa de noche; pero en realidad, no era mas que una de las extravagancias que rodeaban el tipo de reunión de que se trataba.
Fiesta medieval; se supone que había que ir disfrazado a la usanza del medioevo , pero la gran mayoría iban vestidos sin ningún disfraz ( aunque en algunos, pareciera que habían equivocado el tema), para muchos de los asistentes, lo mas interesante sería ver como se divierte ese grupo de gente del ambiente musical e “intelectual”.
Hubo de todo; la hija del anfitrión, de escasos quince años, le pedía abiertamente y sin ambages un cigarro de marihuana a éste, quien permanecía viendo televisión tirado en la cama, al lado de su mujer en turno, mientras los invitados procedían a servirse su propias cubas y a forjarse sus propios cigarros. Los grupos se fueron integrando y el ambiente prendiendo, cuando Paco Barrientos, salió por fin a dar la bienvenida a la concurrencia, enfundado en una armadura hecha por él mismo con lámina galvanizada, y restos de partes automotrices, como el yelmo, ingeniosamente extraído de la cuenca del faro de un vochito. Al igual que él, habrían unos seis o siete que llevaban sus armaduras, o al menos su espada y algún escudo. Parecía que todo sería divertido, pero después de algunas rondas de alcohol, alguien sugirió que empezara la justa. Para muchos, era difícil entender en ese momento de que hablaban, pues obviamente no había ni el espacio ni la infraestructura y los caballos para realizar una justa medieval con todas las de la ley.
En realidad se referían a un combate a espadazos; el torneo sería en modalidad de “round robin” , y los invitados se dirigieron al patio trasero, para presenciar tan singular espectáculo. Los caballeros fueron enfrentándose uno a uno y cada vez con mas furia, algunas de las espadas eran verdaderas armas toledanas, y otras hechas de forma casera, con la ayuda de algún herrero, pero con una peligrosidad potencial que saltaba a la vista, nadie llevaba una espadita de plástico.
Paco fue de los finalistas y le tocó enfrentar a Sir Fernando, ambos estaban muy en su papel, se veían realmente como fieros caballeros, el pelo largo les imprimía un sello muy realista. Las cubas resbalaban ligeras por las gargantas de los caballeros y del público presente; alguien al ver cómo de verdad se pegaban con las espadas, que salían chispas con los impactos y que lo único que los cubría a medias eran esas endebles armaduras caseras, fue a la cajuela de su coche y trajo una videocámara, para grabar aquella locura. Los sudorosos finalistas comenzaron el combate final.
Los primeros lances fueron como de actores, movimientos lentos, en corto. Se notaba que era un juego que practicaban con cierta frecuencia, pues la pericia para manejar las pesadas espadas y para esquivar los embates, era notable. De pronto, Paco bramó y asestó un fuerte golpe en la pierna de Fer, con la parte plana de la espada, provocándole un dolor intenso, fue clarísimo, aunque Fernando no se dobló y siguió la lucha con un visible rengueo. El público se dividía entre los que gritaban: “ ya estuvo, no se calienten”, pero no se animaban a intervenir por miedo a un mal golpe, y los que animaban al desquite: “ que no se manche mi Fer, enséñale quien manda”. A partir de ese momento, parecía que no habría más pantomima, los golpes se hicieron cada vez mas constantes y mas duros, algunos de los que miraban no soportaron tan violento espectáculo, y prefirieron sentarse en la sala a continuar la charla interrumpida por la iniciación del torneo.
Los escudos y las espadas chocaban desprendiendo en chispas pequeños trozos de metal, los cuerpos tremendos de los oponentes no se daban tregua. La espada de Paco dio otro golpe certero, ésta vez con el filo en el codo de Fer, en quien se volvió a adivinar la mueca de dolor, pero logró asir la espada, a pesar del hilo de sangre que comenzó a escurrir entre la malla. “Dale duro!” Le gritaban enardecidos los mirones “el titán, Fer” gritaban otros, y como en cámara lenta, en un circulo perfecto la trayectoria del mandoble de éste, fue a dar de lleno al punto sin cobertura en el cuello de Paco; el tipo de la cámara justamente en ese momento había dejado la pelea, para enfocar la iracunda cara del público partidario de Fer, pero al notar el gesto de asombro y el súbito silencio que de pronto se apoderó de aquel lugar, regresó el enfoque a la zona de combate. Un reguero de sangre había comenzado , la confusión se apoderó de la concurrencia que no atinaba que hacer. Fernando escupió y levantó la espada con gesto triunfador en estampa patética de un Dios inmortal. Paco, inmóvil en el suelo y en un charco de sangre que crecía rápidamente. Era claro lo que había pasado, pero el momento clave del accidente o del homicidio no había sido registrado por la cámara.
Llamen a una ambulancia!-gritaba alguien. La mujer de Paco apenas se iba a enterar de la desgracia, la mayoría de los invitados salieron sin más, buscando ahorrarse interrogatorios y detenciones sin sentido, los que se quedaron parecían autómatas sin saber tomar una decisión .




-A-se-si-no! a-se-si-no! El grito en la lateral de Reforma a las afueras de la embajada de los Estados Unidos era coreado por una multitud, que no inmutaba, por supuesto a quien iba dirigido. George W. Bush, y sus secuaces Tony Blair y Jose Ma. Aznar, se regocijaban en privado mientras en público llamaban a la unidad para acabar con el demonio que significaba dejar en el poder al dictador iraquí Sadam Hussein. La ofensiva en Irak había comenzado a pesar de la nula evidencia de que existieran esas armas de destrucción masiva tan cacareadas por Bush y compañía, y a pesar de los gritos de la sociedad civil que se levantaban a lo ancho y largo del planeta. Las manifestaciones de apoyo a la paz fueron captadas por las televisoras del mundo; en México a escasos tres meses de la tragedia que le había quitado la vida a Paco Barrientos, se alcanzó a ver fugazmente vociferando en Reforma al cantante Fernando Gordillo, nadie sabe por que esté libre.

Las cámaras de T.V. en Barcelona, captaron a un tipo idéntico a Paco Barrientos, su corte de pelo y de barba es muy particular, caminaba en el contingente de músicos e intelectuales durante la marcha. Hasta ese momento comprendí lo que me había contado Paco hacía unos meses ; que se tomaría un año sabático en lo que se maceraba su campaña de publicidad de boca en boca, que estaba seguro sería un éxito.
Recordé aquello de “ La morsa” de los Beatles y la supuesta muerte de Paul...caray, lo que hacen algunos para hacerse publicidad.

Jorge Cortés

Texto agregado el 03-09-2004, y leído por 243 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-09-2004 Que increible que la imagen esté desplazando al honor. Buenísimo, te felicito, increible tu cuento lo leí enganchada de principio a fín. serenata_diurna
 
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