Qué difícil es vivir con toda esta gentuza después de haber gozado de la abundancia, de haber disfrutado las mejores ciudades del mundo, los hoteles más lujosos y de mis hermosas casas en la ciudad, en el campo y en la playa. Todo por culpa de esa arpía que me secuestro utilizando su belleza y garras seductoras hasta hacerme llegar al éxtasis, al embeleso jamás sentido, estimulando mi escondido espíritu hedonista. Solo fue por un tiempo. En mis noches de placer, ebrio de amor y alcohol o mis frecuentes resacas, firmaba documentos que en ese momento me importaba un pito leerlos. Ahora he perdido ya las esperanzas del rescate de mis bienes, pero sin embargo me siento agradecido del puente que me cobija de la lluvia.