Curtido por el sol del verano, transita el poeta buscando asilo en las montañas para olvidarse de su musa.
Hace algún tiempo fue amigo de los versos frescos, de las cosechas y del sol ardiente, manejo su vida tranquila entre millares de aves y ruidos soñolientos, así su vida fue un prodigio. Escribió sin hacer un paraíso ni menguar sus poemas, ni sus frutos sin cosechar. Fue un gran amigo de la naturaleza y admirador de su musa quien hace un tiempo prolongado lo ha dejado de visitar.
Perdido y buscando culpas se halla recorriendo rincones del estío, vaga su desazón, vaga su nostalgia, mientras seducido por la preñes de su abandono grita, con el dolor del abandono. Las estrellas palpitan en las alturas y, su corazón de poeta herido llama por todo aquello que un día fuera suyo y hoy, tan perdido en su mente.
Su furia no reconoce tiempo, ni recompensa, no le interesa nada más que recuperar su musa. Al menos tener una compañía que lleve las notas de los días con sus noches, ha perdido su imaginación, ya ni sabe dónde. Pero en su corazón la esperanza sigue viva, quiere conquistar el mundo nuevamente con letras, las últimas, y luego el vacío oscuro será quien lo cubra de admiración en el último suspiro.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI.
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