Sobrevivir a la muerte significa
seguir por el sendero tras tu ausencia,
confiando otra vez en nuevos cielos,
y el sol entibiando la tristeza.
Sobrevivir sin ti no significa
andar por el desierto del espanto,
ni desteñir el gris del desconsuelo,
deshojando recuerdos
anegados en llanto.
Tampoco es ver en solitario
los negros nubarrones que llorando
empañan de inquietud el sol futuro.
Sobrevivir es cambiar el escenario,
es descubrir detalles del pasado:
remolinos de besos,
campanadas de versos;
y ver la luna sin rencores,
ni culpas por sentir su luz
que sigue clara.
Sobrevivir, al fin,
es no rendirse,
soñar con los aromas de jazmines,
de lilas y violetas,
y rosas blancas.