Quédate un minuto más
trátame como quieras hacerlo,
pero no te vayas melancolía,
o como pueda llamar a este sentimiento
que me llena y me vacía como un péndulo.
Lleva en un mágico y placentero vaivén
al desconsuelo
que ahora abre los ojos y me mira
sentado junto a la soledad.
Que gustosa cada día acaricia mis rincones
los rincones de una existencia inserta
en el complejo mundo de la libertad.
De la conciencia y lucidez al mundo, ese mundo…
ese planeta tierra que sin provocación alguna
gira y hace días, confundiéndonos en un concepto
al que llamamos tiempo.
Haciéndonos presa de esos pequeños mercenarios
llamados minutos,
segundos de dialogo coloquial con la eventualidad
con la ironía, en un trivial sueño con la rutina
sin principio, sin ningún fin.
Trátame como quieras, pero quédate desvelo
Pues de ti me aprovecho para dejar los versos fluir
para amistarme nuevamente con el odiado silencio
que entre tantas facetas,
hoy me regaló la máscara de la paciente espera.
Así es, queridos amigos, los recuerdos
que se hacen imprescindibles en momentos como este
pues a ratos se me hace cálido y fraternal
el pasillo de puertas que se abren al azar
y en su mayoría ofrecen dolor… pero placentero es el dolido
pues acompañado de las imágenes y las voces
equilibran la realidad, la noticia
de que solo se quedarán como lo que son
simples, complicados y hermosos recuerdos
que hoy guardo en botellas, etiquetadas como ácido con miel
y un poco de veneno…