El aire oliendo a mandarinas y lluvia,
sobre el lecho margaritas desojadas.
Sus muslos insinuándose nudistas,
suave música ahonda la sensibilidad.
Desde el cuadro observa un rey mordaz.
De boca en boca anda el ángel de besos,
los dos en una afinidad muy exclusiva
desbordada con ensueños y fantasías.
La vía láctea se dispersa en sus cuerpos
dejando trazos que no se pueden borrar.
El deseo entusiasma con su sabiduría,
desatando apetitos de querer mucho más,
la moderación queda fuera de todo control.
Más allá de los muros de esa habitación,
condenados mortales hacen que viven
trajinando, aburridos, diarios hechos reales.
Texto agregado el 17-04-2015, y leído por 202
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