Cocina de la inspiración, casa de la vida
me recuerdas cuantos juegos inocentes, de niño, cometí.
Me llenas de esas ganas de seguir viviendo
que de pronto, con una llamarada, inexplicable, perdí.
A pesar de sentir vidas perdidas, objetivos, placeres
aún recuerdo lo que quise y seguí
pues quizás la vida no sea tan complicada
y la magia, la entrega este en seguir.
Mis mañanas ahora son lentas y peregrinadas
mis noches son más largas, dolorosas e interminables.
Me hacen querer estar fuera, junto a la luna
con quien tranquilo puedo coexistir y vivir.
Ella, maternal y consciente me dice
anda, duerme tranquilo, no me busques si ya me tienes
no me alejes, ni traiciones como la noche, que cae
que reza, a la hora exacta muere y desplaza la luz
que en esa indeseada retirada, nos deja solos y ciegos
a la suerte del bullicioso día de esta ciudad
a la merced de un encierro sin cadenas visibles
pero con un corazón de hierro, inapelable
inexorablemente irremediable con sus catorce horas de tormento.
Heme aquí pues, en la más grande de las discordias
Eligiendo majaderamente entre el bullicio y el calor
entre el hermoso atardecer del día
o la seductora, negra y gótica noche
que tres días nos trae la luna en su máximo esplendor
pero encerrados en la morgue de las cuatro paredes de un infierno
he de contemplar sobre una sucia ventana indecisa
a ver el bello espectáculo estelar, o verme morir
en el letargo del sueño incompleto, que tarde llega
y hace mis noches largas, a medio existir
y hace mi desvelo interminable, aquí en la cocina
observando entre ollas y enceres
como los versos leen mis versos
y hacen un juguete viejo, de mi.
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