Se había quedado mirando el inclinado techo de madera, la luz de la lámpara dibujaba una extraña figura chinesca como la cabeza de un perro, así.
Ese verano traía noches particularmente secas y calientes, por lo que la buhardilla había permanecido desde el mediodía abierta, eso logró que todos los bichos nocturnos ingresaran como tropas al campo de batalla, revolotearan, se fundieran en la luz hasta el momento en que ella tal vez apagara el interruptor y los soldaditos alados la jodieran todo el tiempo atacando sus oídos, marcharan por sus muslos, sus hombros y dispararan sus trompitas hacia los dedos de sus pies; por eso no dormía, por pensar tampoco, por esperar algo seguía con los ojos fijos en las estructuras angulares.
Giró la cabeza y quedó observando la pared, empezó a descubrir figurar fantásticas en la textura irregular de la caoba, como miles de ojitos en cabezas anodinas de aves, hombres y criaturas misteriosas que se quedaban vigilándola; por primera vez en su vida se sintió amenazada y con una repentina vergüenza cubrió su cuerpo desnudo con las sábanas, sus manos rozaban su barbilla, rió nerviosa sintiéndosa idiota expulsando un sonido como queja.
Fue descubriéndose poco a poco hasta que sus senos quedaron expuestos nuevamente a la suave corriente de aire, eso la exitó haciéndola estremecerse en el colchón. Dió unas vueltas sobre la cama y otra vez quedó estática con la mirada fija en la sombra de una polilla que bordeaba la circunferencia de la lámpara; al ver la silueta del bicho enorme y amenazante sobre ella decidió levantarse e impedirle el pase a más insectos invasores.
En puntas de pie cerró la buhardilla estirando su cuerpo de diescisiete años, haciéndolo extenso, era muy hermosa, quedó en posición de bailarina de ballet, solo le faltaba una pirueta de perfección, mordió la punta de su lengua para luego volver a pisar la madera tibia y dar vueltas en la habitación.
-¡Silvia! ¡Silvia!-llamó una voz femenina desde la planta inferior.
-¿Qué sucede Margot?-respondió incómoda, casi enfadada y su rostro se oscureció.
-Por favor duerme, son casi las dos de la mañana y debemos salir temprano para...-
-Lo sé Margot, la escuela...ya voy a acostarme, vuelve a la cama-replicó apresurada haciendo un gesto obsceno con la mano mientras se le torcia la boca.
-¡Dime mamá hijita, soy tu mamá!-dijo Margot casi implorándole.
Silvia hizo silencio y se acercó a la pared de los ojitos para observarlos de cerca, encontró un zancudo acercándo la cabeza y lo aplastó con el dedo llenándoselo de sangre; compungiendo la cara y asqueándose, tomó lo más próximo que había para limpiarse, una camiseta, y se la pasó rápidamente por las manos arrugando la cara, luego haciéndo de la misma prenda una especie de honda exterminadora atacó a todo bicho que vio, azotándolos, derrumbándolos con un misil. Eso le daba satisfación, eso y sentir que hacía una especie de función para los ojitos que seguían observándola desde la pared.
Justo cuándo al fin creyó que había aniquilado hasta el último bicho, Margot abrió la puerta, la miró de arriba a abajo y le dijo seria:
-¿Piensas ir a tu primer día de clases con cara de trasnochada?-
A lo que Silvia respondió:
-¿Sabes que nunca quise venir a vivir a este país?-
-Pero aquí es casi el paraíso-se asombró Margot.
-¡Es un infierno!-dijo Silvia casi gritando y volteando la cara hacia los ojitos mientras se limpiaba un residuo de sangre entre los dedos, estaba amaneciendo en Santa Marta.