De pequeños la vida nos enseña a homenajear
Los eventos más importantes, intensos, que el tiempo sella en un pacto
De constante duración, igualmente equiparada con su importancia.
Hay días que escriben la historia al mundo,
pero hay otros que solo nosotros escribimos
que unas cuantas personas pueden recordar.
Yo recuerdo un nueve de enero, que dio inicio al fin
Que sin poder preverlo, inocentemente a vivirlo accedí.
Quien ahora pareciera lascivo, pero es un tesoro, a fin.
Pareciera que mis versos ya han tocado estas fechas
Pero en mi mente, en el alma yace un veinte de enero.
Doloroso, repentino, cercenante, lo vi venir.
Pues se que el daño no fue solo mío
Pues también por primera vez en la vida, lágrimas compartí.
Y me sumergí en un conteo penoso, casi un sueño hermoso
Imprevisto, cuántico, como una ola, con la fuerza de los siete mares, seguí.
Inscribo duramente estos capítulos, un terrible día de mayo
Cuya fecha exacta no citaré, pues suficiente tengo con el impacto
Con la fina daga de la memoria emotiva, avasalladora, vino hacia mi.
Hoy abro los ojos a lo evidente y con la luna reflejándose en mis pupilas
Pertenezco al cielo, a mis hojas, al otro yo, que una a otra las ve caer escritas
y cubren el piso donde camino, me hacen feliz.
Evitan que llueva sobre mojado, me liberan, comprendí.
Casi como un repentino susto, vuelvo a ser libre, insidioso
lleno de lágrimas y risas, que dejan mi pecho estrecho
y en un conteo desesperado por encontrar una salida
corren furiosas tras la tormenta de las circunstancias.
Hoy escribo por que es uno del nuevo septiembre
hago un pequeño, profundo y delicado recuerdo
De lo inolvidable, de lo casi hiriente,
de lo bueno y especial que hay en mi corazón
que me recuerda que sigo adelante, respirando
quizás todavía le robo el tiempo a estos parajes
pero seguramente todavía no odio el silencio
aunque a ratos me traiga evidencias de frío y calor
no lo odio… alguien sabe por que, de eso estoy seguro
yo nunca lo olvido, jamás lo haré.
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