Soltemos el miedo, dejemos de darle nuestras fuerzas. El miedo que nos individualiza, que nos aparta el uno del otro. El miedo que nos encierra en nuestras casas, sólos, en vez de arrojarnos hacia afuera y unirnos. El miedo debiera ser el catalizador para decir: ¡No más! ¡Ya no! ¡No estamos subordinados por la Ley! ¡Somos nosotros los que le dimos la vida! ¡El pueblo es el Estado! No olvidemos eso. Si algo de lo establecido no nos gusta, no debemos aceptarlo de mala gana, debemos hacerlo saber, y ver de que manera hacerlo mejor. A este miedo que nos invade y nos inunda, dejándonos solitarios y pensando que las cosas no pueden cambiarse; a ese miedo nos oponemos y le hacemos frente. Ese miedo que nos encierra en nuestras casas, abandonando cada vez más espacios; ¿Y qué pasa cuando eso sucede? ¿Cuándo dejamos de ocupar los espacios? Los dejamos liberados, en cuanto dejamos todo a la representación dejamos de ser libres; porque allí es donde yace la responsabilidad del ser humano: en la presencia, en el estar y el hacer. Cada espacio no ocupado desde la inquietud de la injusticia, es abandonado a la corrupción. Desde nuestras casas, encerrados, solo alimentamos ese miedo haciendo nada al respecto; mientras entregamos nuestra Libertad y nuestros derechos a unos pocos magnates, ofrenciendoles todo el poder para que nos estructuren la vida a su conveniencia. No olvidemos que somos parte de todo esto; que lo sostenemos día a día pensando que nuestra responsabilidad para con el otro termina en un simple voto que significa nada, por lo tanto nada hace. Nos hemos acostumbrado al Miedo, lo hemos aceptado y abrazado para justificar nuestra des-humanización. Este miedo que nos paraliza la solidaridad, que nos paraliza la acción, que nos envuelve en el manto de la individualidad y del egoísmo, deja el camino abierto para que hagan de nuestras vidas una monopolización en beneficio de los menos, que son los que gobiernan. Esos ante los cuales cedemos cada día mas espacio; cada vez que no salimos a la calle a luchar por las utopías que nos nacen por dentro, cada vez que preferimos ocultarnos en nuestros hogares, le damos la fuerza y la autorización para que sigan alimentándonos con violencia de todo tipo, beneficiando sus propios intereses y los de unos pocos... No olvidemos que el miedo se combate con valentía y convicción, pero por sobre todo con la unión de todos nosotros juntos. El miedo se vence volcando la mirada hacía fuera y observando, los unos a los otros, y reconociéndonos como iguales; porque es en ese reconocimiento donde nace la solidaridad que hace falta para dejar de tener miedo, unirnos, apoyarnos y hacer algo. Pero unirnos y hacer algo no tiene que ser para matar a golpes a un pibe, dejemos de reproducir las mismas estructuras, apostemos a algo distinto. Podemos crear nuevas maneras de relacionarnos, basadas en la NO violencia, en el diálogo, en el amor; con otro tipo de valores; que el Ser deje de medirse según el tener... Que el Ser sea siempre en devenir, y con-otro. Abandonemos ese miedo que nos impide involucrarnos en lo que nos corresponde, dejemos de utilizarlo para justificar nuestro egoísmo. Nuestra condición humana nos lleva a la búsqueda de la Libertad, que nos lleva necesariamente a hacernos cargo de nosotros mismos, de como actuamos y estructuramos nuestra Realidad, de como intervenimos en la de los demás; negando esta Responsabilidad inherente, solo estamos negándonos la Libertad, y negándosela a los demás. Rompamos con el círculo vicioso del Miedo, si buscamos un cambio no podemos depender de que alguien más lo haga, somos nosotros mismos lo que debemos comprometernos para asegurarlo. |