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EL ENCUENTRO FINAL.

La casualidad y los avatares de mi trabajo quisieron que me encontrara ese día Martes 12 de Diciembre del año 2006 en el camino entre Con Con y Viña del Mar a la hora en que llegaría el Dictador al lugar donde sería cremado,
Ahí pude ver al “pueblo” que iba llegando a darle su última despedida. Ahí estaba el “pueblo” en sus WMB, sus Mercedes Benz, sus cuatro por cuatro, sus lentes Armani, sus joyas, sus potitos parados, sus pecho de paloma, sus hijos rubiecitos, ahí estaba el “pueblo” del Dictador y claro también había algunas gentes humildes, muy pocas en realidad, entre todos, algunos especimenes que francamente infundían miedo, tanto que cuando me di cuenta que en el asiento de mi pequeño auto tenía un ejemplar del libro LABERINTO el caso más emblemático de la brutalidad de los crímenes del cobarde general,( el asesinato de Letelier) me preocupé de verdad y lo puse bajo el maletín, no fuera a ser cosa que alguno lo viera y decidiera actuar como tantas otras veces cuando los milicos eran los que mandaban.
Yo camuflado sin mucho éxito entre los lujosos vehículos, claro, un pequeño Fiat entre los 4 x 4 , WMB o Mercedes, se nota, algo así como un poroto en una Paila Marina. Mi idea era hacer un pequeño video al paso del viejo maricón amenizado con el Adivina, Adivinanzas de Joaquín Sabina, sería mi humilde acto de repudio, en algún momento de los días precedentes pensé en ir a la Escuela Militar y repudiarlo a susurros, pero la perspectiva de horas haciendo una fila me dijo que el tirano no se merecía ese sacrificio, ni siquiera por un “viejo culia´o” dicho como para dentro.
Poco a poco se fue llenando de vehículos el costado de la carretera, las “pobres mujeres” que llegaron más tarde debieron caminar cuadras y cuadras bajo el quemante sol....”pobrecitas”.....solo para ver de pasada el ataúd de su general.
Mirando a los alrededores me di cuenta que estaba prácticamente rodeado, una cantidad impresionante de pacos vigilándolo todo, con binoculares, cámaras de video y cuanto aparato hay para comunicarse, pensé, - Puta´s, menos mal que el viejo viene muerto...tanta vigilancia – pero uno termina reflexionando – tal es el amor del pueblo por el general de pacotilla que, que hay que alejar al roterío del paso de la caravana, no vaya a ser cosa que a algún admirador se le salga alguna huevada inapropiada para el muerto.
Confieso que ratos, sentí vergüenza de estar apostado ahí al costado de la calle, cuando pasaban las viejas cuicas y...me sonreían y saludaban en el entendido que debía ser uno más de los alabadores del Capitán General, así fue como me dediqué a escribir este texto.
Ya tardaba demasiado el finado, el calor era infernal, a pesar de estar en la costa.

Al rato me puse a pensar en como sería la persona encargada de poner en funcionamiento el horno.
Vaya momento histórico le tocó vivir, se me ocurrió que en su puta vida se lo imaginó. ¿Sería partidario del General? En ese caso ¿ Con cuanto dolor y pena haría funcionar el mecanismo que se llevaría por delante lentamente reduciendo a cenizas el ignominioso cuerpo de su héroe?....¿ Pudo dormir tranquilo después?.
Tal vez era un tipo al cual le dio siempre lo mismo todo....o en el mejor de los casos, se fue endureciendo en su trabajo hasta hacerse insensible y así cumplió su tarea sin complejos ni culpas....solo fue uno más de los tantos cuerpos quemados a lo largo de toda su vida de trabajo, de modo que cuando terminó su turno, se fue a su casa ajeno al acontecimiento histórico del que formó parte, llegó a su hogar besó a su mujer ya su tres hijos abrió el refrigerador y sacó una cerveza escudo y se la bebió de un trago, como lo hacía a diario, sin hablar de su labor diaria, la que no formaba parte de su hogar, así es que lo olvidó.

Pero, si por esas paradojas de la vida, el personaje que tenía en sus manos el cuerpo del anciano dictador fue siempre un contrario a los milicos?...un tipo que, desde que llegó a realizar la tarea de incinerador de cuerpos desde hacía más de veinte y cinco años comenzó a soñar con la posibilidad incierta de que algún día podría llegar a sus manos el culpable de gran parte de sus desgracias de niño y por cierto de la de muchos otros que como él vieron desaparecer a sus padres en un viaje sin retorno. Un tipo que fue abrigando muy en su interior un profundo desprecio hacia todo lo que llevara uniforme. Y desde la noche en que soñó el más real de los sueños.
> Estaba en un gran salón con un enorme horno y lo vio entrando por la ancha puerta de dos hojas, abiertas de par en par, el mismísimo general de su desventura, el hombre a quien despreciaba con toda su alma, lo vio entrar caminado, lo vio acercarse, lo vio mirándolo a los ojos, con esos profundos ojos azules pero sin una pizca de vida en ellos, lo vio sin decir una palabra, lo vio quitarse la gorra de general sin batalla, lo vio quitarse las medallas de inconcebibles condecoraciones, lo vio quitarse la chaqueta, lo vio quedarse en pelotas frente a él, lo vio entrar por sus propios medios al horno cerrando la puerta tras de si y cuando estaba a punto de encender el fuego, se despertó de improviso en medio de la noche.>
Fue ahí que se le ocurrió la idea, sabía que mas temprano o más tarde llegaría hasta él. Las posibilidades no eran tan remotas, después de todo, no hay tantos crematorios en el país, en sus tantos años de trabajo, se fue preparando concienzudamente, se cuidó de no hacer comentarios de orden político, sabía que a la muerte del dictador lo más probable era que no tendría una tumba pública, la familia no se expondría a una profanación como ocurrió con la madre de Augusto José Ramón, además con los tiempos que iban corriendo, tampoco se veía claro que lo llevaran a la escuela Militar para su descanso eterno.

Cardenio Santelices de esta manera fue moviéndose en dirección a ese día anhelado. La vida lo fue llevando, como algo predeterminado, algo inexorable sin vuelta atrás. Fue así como ese día Martes doce de Diciembre del año dos mil seis, exactamente a las trece con veintisiete minutos, le comunicaron que había una tercera cremación ese día, el corazón casi le dio un vuelco, lo sintió crecer dentro de su pecho, lo sintió detenerse por un instante que se le hizo eterno, sintió un pequeño ahogo, se afirmó en su escritorio y se dijo.....-No Hüevón, no me podis hacer esto ahora, así que lo mejor que puedes hacer es calmarte y volver a latir con tu ritmo normal, después de este día quedas en libertad para hacer lo que se te de la gana – Cardenio Santelices, supo que el día había llegado, en la pequeña radio que tenía en su oficina había escuchado la ceremonia, por lo que sabía que el helicóptero Puma se dirigía hacía la costa. Una vez tranquilizado elucubró acerca de las paradojas de la vida, venía a su encuentro el innombrable, aquel que le negó la tumba a tantos desaparecidos, no tendría la suya, aquel que envió la caravana de la muerte a recorrer Chile sembrando el terror y la muerte a lo largo y ancho del país en un helicóptero Puma, era trasladado justamente en una nave similar y para rematar sus cavilaciones recordó a aquellos compañeros que fueron llevados hacia el mar para ser lanzados desde el aire, y ahora el responsable último de aquellas atrocidades viajaba en esos momentos rumbo al mar para desaparecer para siempre.
Las horas se alargaron como nunca desde las 13:27 hasta las 17:21 en que el féretro con su cargamento de ignominia hizo su entrada triunfal al cementerio Parque del Mar en la V región. Al costado de la carretera, sus partidarios enarbolaban banderas para el último adiós.
El día comenzaba a decaer cuando Cardenio Santelices se puso manos a la obra, ordenó que sacaran el cuerpo de la urna, luego hizo salir a sus ayudantes y se quedó solo con su huésped. Le quitó las condecoraciones del traje de gala, le quitó la chaqueta, le quito los zapatos, le quitó los pantalones, lo dejó en cueros....Lo miró a la cara expresándole su más profundo desprecio, reprimiendo la rabia de haberse muerto sin confesar siquiera un arrepentimiento.
- Al fin llegaste, no sabes cuanto tiempo hace que te espero, sabía que llegarías a mis manos, para vengarme de tanto sufrimiento- le dijo.
- Tú no sabes lo que es vivir sin padre...y además no saber donde se encuentra enterrado.
Sintió deseos de escupirlo, de cortarle la cara a pedacitos, estaban absolutamente solos, nadie vería nada, y en el instante supremo de su rabia algo ocurrió en su interior

- Nooo – gritó Cardenio Santelices, y su grito rebotó en los gruesos muros de hormigón
- Nooo - Repitió...yo no soy igual que tú
- No - ...Yo, estoy limpio.

Al momento de poner en funcionamiento el complejo mecanismo con el cual se daba comienzo a la cremación y por tanto a la desaparición del cuerpo del Dictador....Cardenio Santelices no pudo reprimir sus lagrimas y entre sollozos masculló.....no soy igual que tú....y acá en tu hora final... te perdono...si, te perdono....porque no puedo hacer otra cosa...porque no me enseñaron otra cosa que a perdonar....te perdono, aunque no te lo merezcas...porque siento una profunda pena por todas esas gentes que hiciste sufrir...te perdono...porque yo...yo, no soy igual que tú.
Cuando la noche estiraba sus patas hacia cada rincón de este Chile sufriente, Cardenio se encaminó a su hogar, las lágrimas le lavaron las heridas y el rencor atesorado por tantos años y por primera vez pudo besar a su mujer y a sus hijos con un beso puro...con un amor limpio...sin las manchas del odio.

Ya era de noche cuando llegué a mi casa, no supe como viajé desde la costa hasta Santiago, estaba ensimismado con todo lo ocurrido y en el trayecto por la carretera surgió este relato con mezcla de realidad y ficción que dejo acá para compartirlo con ustedes.

Texto agregado el 15-04-2015, y leído por 149 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-04-2015 Buen relato. Ojalá nunca se repitan situaciones que generen odio, pero ya sabés de esa tendencia que tenemos como sociedad al conflicto y empoderamiento. Saludos hivpositivo
 
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