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No me preguntes por qué conté cada uno de los días que pasaron sin besar otra boca, sin rozar otra piel, sin conquistar otro cuerpo, sin acercarme a otro precipicio...
Fueron exactamente ciento sesenta y tres días los que tardé en cerrar los ojos y lanzarme, sin miedo, al vacío. Aunque luego ella no respondiera a la pasión de mis labios con la urgencia que yo pretendía y fuera, más bien, una torpe bienvenida a la primavera que florecía ya en mi vida.
Era día de fiesta, o tal vez sólo un sábado cualquiera; qué más da todo lo demás, si ya era capaz de acercarme a otra boca a la que quise besar, sin ser la tuya, si no me recordaba exactamente a tu cuello de galleta y vainilla bailando entre las lineas moradas de las ojeras que tú misma provocabas. |
Texto agregado el 14-04-2015, y leído por 166
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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15-04-2015 |
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Liberarse de las ataduras es bueno. Me gusta la transparencia con la que escribes.
Un abrazo de vainilla. delaida |
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15-04-2015 |
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¡Qué confesión! Quisera saber qué emoción provocaría en su destinataria, si la leyera.
Para el protagonista fue bueno "...lanzarme, sin miedo, al vacío." "...torpe bienvenida a la primavera que florecía ya en mi vida." "... ya era capaz". Se sintió triunfante, por más que en la misma confesión haya algo de nostalgia. -preciosa- |
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15-04-2015 |
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Prosa poética sensual y provocativa.Me encantó.UN ABRAZO. GAFER |
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