CONOCÍ UN SUPERHEROE
Cuando era chico, como nos pasa a todos, tenía sueños, ilusiones, utopías. Luego, el devenir del tiempo, aplacó mi “vuelo” y me obligó a observar el contexto desde otra perspectiva. Sin embargo una parte de esa mezcla de sensaciones quedó flotando en algún lugar de mi cerebro y siempre está presente. Es que me ha quedado una increíble debilidad por los héroes; en realidad los superhéroes. Desde muy chico, cuando me ponía por capa un toallón y unas medias tres cuartos de mi hermano mayor y subido a una silla me lanzaba al espacio infinito y buscaba bandidos y malvados para doblegarlos y convertirlos, me quedó esa admiración por estos fenómenos que la verdad me hicieron muy feliz.
La vida continuó, y el tiempo, implacable, atravesó nuestros días sin piedad. Confieso que muchas veces tuve ganas de volver a calzar mi capa y esas medias azules de algodón para salir a enfrentar a los malvados, aunque lo cierto es que ya me costaba más distinguirlos, no estaban tan expuestos como en mi imaginación; ahora se ocultaban en lugares comunes, vulgares; así los veía tras un pomposo escritorio, dando un discurso en un parlamento, liderando partidos políticos y hasta países ¿pero cómo es que otros no los veían? No importa, lo que viene a cuento, es que siempre tuve debilidad por éstos personajes que lo único que querían era ayudar al prójimo y salvar al mundo desde luego.
Me ruborizo al recordar que, entrada ya la adolescencia, me daba un poco de vergüenza seguir viendo las tiras y películas de cuanto personaje con superpoderes se me cruzara; luego llegó mi “salvación”, me ví “obligado” a acompañar a cada uno de mis hijos a ver todas éstas películas y series para los niños y juventud en general.
Luego el transcurso de los años, es cierto, me hizo cruzar pequeños héroes en muchas esquinas de mi andar.
Así pasó el tiempo, comenzó el trabajo, la responsabilidad, un encanto de mujer y los hijos que ella me dio, y mis compañeros imaginarios quedaron un poco en el olvido. El inevitable aburguesamiento y mis canas, me conectaron más estrechamente con las cosas palpables, pero la verdad es que cada vez que por el rabillo del ojo robaba una imagen de la tv donde merodeaba algún superhéroe, la piel se me seguía erizando.
Un mediodía estaba –infructuosamente- intentando arreglar alguna cosa en mi casa, no recuerdo que era, solo que iba y venía sin convencerme demasiado de meter mano en la reparación; estaba en la planta baja, al pie de la escalera que comunicaba con el primer piso; el sol en lo alto, me hizo pestañear repetidamente; bajé la vista y, ahora lo recuerdo, la desvié hacia la caja de luz que debía empezar a desarmar para cambiar una tecla que no funcionaba; resoplé ante la negativa de todo mi ser a realizar tales tareas y no sé por qué motivo giré nuevamente la mirada en dirección a la planta alta y no van a poder creerlo: parado con los brazos en jarra, porte de Dios con sus no menos de dos metros de estatura, musculoso y pétreo, fuerte, muy fuerte sin duda, estaba allí el superhéroe que había esperado conocer toda mi vida. Se me contuvo la respiración y la vista se nubló un poco con un principio de lagrimas por la emoción que sentía; estaba mudo con la vista fija esperando que levantara vuelo. Quedé paralizado hasta que una voz me hizo volver, era del superhéroe que me decía: buen día papá, todo bien?.
Y me dije ¡pero claro, éste es un superhéroe! Quien otro podría serlo. No hay duda que Agustín reunía todos los atributos de éstos seres diferentes. La nobleza de su corazón, la fidelidad de sus sentimientos, la preocupación por quien necesite una mano, la predisposición a estar y ponerse al frente sin importar si sus “superpoderes” alcanzaban o no, esa valentía que no mide riesgos, ese desinterés que te hace vulnerable e invencible a la vez; no hay duda era él. Que felicidad, saber que de verdad existían, poder verlo sin su máscara, comprender sus innumerables proezas; ahora todo cierra, hubiera resultado imposible que fuera humano. Al principio me confundió un poco; era un bebé poco común por su hermosura y simpatía; al poco tiempo de existencia, apenas un manojo de días, tuvo que afrontar una enfermedad que lo debilitó en extremo, y de la que se libró sin que le dejara huellas, aunque sin embargo quedó fuertemente gravado para su madre quien hasta mas allá de los 10 años seguía diciendo a quien se le cruzara que su chico tenia secuelas aún de su prematura bronquiolitis, mientras su “hijito” participaba de cuanta competencia deportiva se le cruzara con la potencia de un toro salvaje.
Era, es y seguramente será el estereotipo del héroe; su andar conlleva una estela de secuelas épicas, todo lo hace con un fin superior y en pos de un objetivo beneficioso para todos. El privilegio de verlo y tratarlo con asiduidad, me sitúa en medio de una narración maravillosa, protagonizada por seres que siempre pueden hacer un poco más por el prójimo, que siempre tienen un poco mas de energía para torcer el rumbo de los acontecimientos para hacerlos mas placenteros para los otros; en fin a su lado he aprehendido el verdadero significado de lo que todo héroe debe ser: proteger a su especie, es decir, su familia, sus amigos, como si fuera él mismo, y entregar todo su ser a tan digno objetivo.
Siempre me pareció extraño y creo que también a los demás, que a partir de los 3 años viniera a acompañarme a cuanta reunión social tuviera fuera de mi casa, es que su compañía no es solo eso, sino también seguridad y protección. Pienso en los malos momentos que me ha tocado vivir, y siempre lo veo a él a mi lado, con su mano en mi hombro; si increíble que un chico de tan corta edad, consuele a un veterano de cinco largos decenios; pero así son los héroes, siempre están allí a merced del necesitado.
Si hijo de mi corazón, quiero que sepas que me has hecho descubrir que siempre se puede un poco mas y un poco mejor; con tus superpoderes, que no están a la vista, pero que se dejan sentir y palpar, me hiciste comprender como se puede transitar por esta vida tratando de que sea mejor para todos.
Estás de nuevo parado en la planta alta, al final –o inicio si se quiere- de la escalera; desde la planta baja te miro por el rabillo del ojo y la piel se me eriza otra vez….
Gracias por estar a mi lado.
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