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El baile de la cometa
Recuerda aquellos días desde la lejanía que dan los años, y se ve cómo una cometa que sube y baja, un golpe de viento y se eleva estirando la cuerda que la sujeta. Siente dolor en los dedos. Tanto ir y venir tras ese pájaro de papel, que no se ha dado cuenta que los pies han caído en medio de un charco. Nota la humedad, sus manos van hacia las piernas intentando tocar los calcetines, pero todo está seco. El tiempo lo ha secado.

¿Cómo no se ha dado cuenta de los años que han transcurrido?
Estaba despreocupada, nada importaba más que los colores del pájaro de papel. Era muy hermoso contemplarlo, lo mostraba sin ningún pudor: Mirad bien qué colores, qué papel tan brillante tienen las plumas de la cola, unas más largas que las otras, verdes, azules, rojas, amarillas. Es un loro de Guinea. Se lo ha traído Adolfo, un amigo de la familia, que trabaja en el tendido de la nueva central telefónica de Santa Isabel. A los niños de aquella tierra les gusta bailar cometas, también ha venido cargado con pulseras de abalorios de múltiples colores y conchas marinas ensartadas en cuerdas hechas con hojas de palmera secas, pero lo que más le hacía disfrutar eran esos cocos de piel áspera, esos hilos vegetales que se enlazaban unos con otros y sobre todo el jugo lechoso y dulce que manaba cuando un golpe seco lo abría dejando al descubierto una carne blanca y consistente, que partida en pequeñas tajadas parecían lunas menguantes.


En un cajón de la cómoda varias cajitas de distintos colores reposan cómo recordatorios de otros tiempos. Tiempo de niñez, de aprendizaje, de dolorosa adolescencia, de juventud expectante, de madurez, de trabajos. Deseos lanzados, como quien envía una señal de socorro esperando un respuesta, que se retrasa una y otra vez.
Qué extraña le resulta la percepción de esos tiempos ya pasados. Se pregunta por qué se siente espectadora de sus propias vivencias, de aquellos días en que todo era postergado. Desde esa lejanía se pregunta qué hacer con aquello que no sabes qué hacer.
¿Cómo puede ella esquivar las agresiones que llegan cómo lluvia de otoño?
Esas que no avisan, que te cogen sin paraguas, con los pies casi descalzos porque al salir de casa lucía el sol, ese sol que dora los membrillos y madura las uvas, pero ese día no tenía ganas de mojarse, así que decidió correr y guarecerse del chaparrón que comenzaba a calar su ropa.

La cometa ya no existía, no había miedo a que el agua destiñera los colores, tampoco a que el papel brillante perdiera su lozanía. No había machetes para dar golpes a los cocos. Ni falta que hacía, no tenía ganas de cometas, ni de cocos y mucho menos de pulseras de abalorios.
Piensa qué hacer cuando el silencio te agrede. No hay palabras a las que contestar porque no han sido dichas. Silencio. Hay tanto que a estas horas inoportunas de la madrugada salta de la cama, cómo lo harían los granos de maíz en una sartén caliente para convertirse en palomitas, esas que acompañan a las películas en las noches de cine. No encuentra respuesta a su pregunta y, en ese momento, aparece de nuevo el silencio.

Se arrodilla sobre la alfombra, que hay delante de la cómoda y comienza a tocar las tapas de las cajitas, una a una. Pequeños letreros escritos con una letra bien cuidada ponen titulo a cada una de ellas: Colores, lecturas, amigos, amores,viajes, etc, etc.
Levanta la tapa de los colores y sólo encuentra una paleta de pintor que, de manera descarada, le pide que sea ella la que elija los nuevos tonos que habrá en su vida. Nada de colores predeterminados: El cielo puede ser rojo en lugar de azul, las amapolas amarillas, la tierra puede cambiar al color de los árboles. Es un trabajo pesado pero no importa, el disolvente puede actuar, puede borrar la huella de lo que fue.
- ¿Qué hacer con los libros? -Se pregunta. Esto le resulta fácil: No leerá aquellos que no le guste, los que le resulten tediosos los cerrará nada más empezar. Bueno, quizá, llegará hasta la página treinta. Por cortesía dejará hablar al escritor pero, sólo un poco, nada más.
-¿Amigos? - Si. De nuevo tendrá que tener paciencia. Sólo aquellos que escoja su corazón quedarán en su compañía. Los otros serán invitados a desaparecer. De nuevo aparece el silencio pero, esta vez, hablará con palabras, con esas palabras que solamente escuchará ella. Los otros no pueden entender sus monólogos porque nunca pasaron de eso.
-¡Ay los amores! Ella será el manantial que dé agua al río de su vida. Los otros afluentes quedan descartados.
-Uno no viaja para encontrar algo sino para huir del sitio donde está. Es hora de repasar las botas, que le acompañaron por tantos y tan distintos lugares. El polvo de mil caminos están adheridos a la piel y no piensa quitarlo. Permanecerá cómo testigo de cada búsqueda, indicador de huidas, es probable que le ponga una etiqueta con letra bien cuidada, cómo la de las otras cajitas: No quitar polvo. Buena medicina -piensa- mientras coloca con esmero las botas en la caja correspondiente, algo más grande que las otras. Esta será una caja que siempre tendrá a mano, para recordarse que hay caminos esperando, sin prisas y sin monólogos porque esta vez las palabras saldrán y no habrá muro de contención. Tampoco aparecerán cometas bailarinas, ni cocos chorreantes. Los loros estarán ocupados picoteando los abalorios de las pulseras.

Adolfo no volverá a Santa Isabel. Ya no existen ni el uno, ni la otra.
Sólo ella, cómo dueña de cada caja, pondrá el cartelito que se le antoje.

Texto agregado el 13-04-2015, y leído por 240 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
14-04-2015 "Uno no viaja para encontrar algo sino para huir del sitio donde está..." aún en los viajes interiores esto es así... seroma
13-04-2015 Un bello escrito organizado en cajas. Y lo mejor de todo: la opción de personalizar el mundo sin formas ni colores predeterminados. Espléndido. Un abrazo sin muro de contención. delaida
13-04-2015 En el viento del tiempo vuelan libres las infantiles cometas sin importar que los pies no dejen huellas en el polvo de la senda pues con ellas vuelan . 5* . :) autumn_cedar
13-04-2015 1. La rebeldía pintada con los colores de un papagayo. La cometa simbolizando la libertad deseada. GENIAL. Me gustaron las reflexiones-decisiones que se plantea el personaje de la historia, lo cual se puede condensar en estas palabras: en adelante, haré lo que me haga feliz. ¡Basta de preceptos y de prejuicios! ¡Estoy por encima de todo ello! SOFIAMA
13-04-2015 2. Las siguientes líneas extraídas de tu texto, sirven de corolario a tan bello escrito: “Esta será una caja que siempre tendrá a mano, para recordarse que hay caminos esperando, sin prisas y sin monólogos porque esta vez las palabras saldrán y no habrá muro de contención.” Granada amada, hacía tiempo que no escribías, pero te luciste hasta más no poder. Excelso. Full abrazo y bienvenida. Te quiero. SOFIAMA
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