Hace poco, muy poco tiempo que entré en esta loca comunidad virtual de cuenteros.
Me apasionó la idea de sentirme acompañado por mis pares, los escritores aficionados, y poder cotejar con ellos mi habilidad en las letras.
Además (y sólo además) lei algunos cuentos y poesías de algunos de mis colegas.
Y comencé a recibir comentarios: elogios, críticas y ambigüedades.
La frase que más me desconcertó fue: "realmente manejas muy bien las palabras".
Sonreí orgulloso al leerla.
Pero lentamente mi expresión se fue volviendo de asombro.
"Eso no es cien por ciento elogio", pensé.
Seguí leyendo otras obras, otros autores.
Y vi en ellos muchas cosas que yo no había podido plasmar en lo mío.
O quizás no eran tantas cosas, sino cosas más importantes.
Aun intentando digerir estilos literarios que me crispan los nervios, debo admitir que tienen un "nosequéquequeseyo", que yo no tengo.
No tengo, ni tuve y probablemente jamás tendré.
He visto poemas que no son poemas: son impactantes y geniales vómitos, que me entran por los poros de una forma al mismo tiempo seductora y avasallante.
Cuentos que me han dejado pensando, otros que he disfrutado... más que los míos propios!
¿Cómo puede ser eso?
Simple.
Muy simple.
Están escritos con el corazón.
Algunos de ellos, con las vísceras.
Eso es talento.
Y yo no lo tengo.
Tan sólo manejo muy bien las palabras.
Pero no alcanza.
He visto la luz.
Y me sumergí en la oscuridad.