Él yacía moribundo en su cama, el dolor le era insoportable, entro en un trance que lo confundía, no sabía si mejor era morir de una vez o buscar una pronta solución para seguir viviendo sin esa irritable causa. Una luz ilumino su rostro- pero solo fue momentáneo -, el dilema se esfumo, volvió a sentir el sentimiento de lo hermoso que es vivir, ahora anhelaba un deseo; vivir un poco más para ello.

Dirigió sus palabras hacia esa su luz, hacia la única hada que lo cuidaba, y por el trance él la había olvidado. La imponente hermosa hada escucho su deseo.

Iré en busca del conjuro para recitártelo-dijo la hada y cambio su tono en súplica - Solo te pido que aguantes un poquito más.

El hombre confiaba y tenía fe que ella lo encontraría, por algo es su hada, mientras la muerte a su lado apareció y él le sonrió.

¿Por qué está contento hombre? Soy la muerte y ya debe saber que hago aquí – Se presentó este individuo siniestro.

Solo asintió. Para él la muerte habría llegado antes de su deseo, y aquella luz que desprende su hada cómo un lucero, regresaría a tiempo en su salvación. La noche desaparecerá y el día lo alumbrara, confiaba en ello.

La muerte se puso en su adelante, mostrándole que portaba la oz de la salvación, junto al amanecer teñido en gris, se inclinaba a arrebatar el alma de aquel pobre hombre.

Parece que ya es hora, mi estimado víctima- Dijo, el portador de la Oz.

Volvió a sonreír y mientras lo hacía pensó que al parecer su hada tuvo problemas para encontrar un adecuado conjuro para ese inútil ser que se consideró.

Una estrella muy distante en ese grisáceo cielo él pudo visualizar, era su hada que empuñaba el conjuro tan esperado, pensó para así: voy a morir y no llegara, ella lo hallado y parece que se ha esforzado por alguien que llego olvidarla, aun ella sabiendo eso ha puesto todo su amor en ello, puedo sentirlo desde esta distancia que nos separa.

Amigo, dígale a mi hada, que he muerto feliz – le pidió a la muerte.

Y el hombre murió.

La muerte antes de desaparecer, como buena amiga, le comunico al hada las palabras de aquel hombre que le espero. Y así dejo sola al hada y al hombre ya fallecido.

Un poema ella recitaría y él reviviría.



La muerte pregunta a los lectores:
¿Quieren leer ese hermoso Poema? Antes tendré que visitarlos.