LA CONSULTA
Doctor, le dijo ella transigida de dolor en aquella enésima consulta que a título gratuito le hacía a su psicólogo de cabecera, —amadísimo doctor y gran amigo — —¡Por piedad!, ¡Ayúdame!
El galeno, muy modosito, arrellanándose en su sillón siguió mirando aquel oleo que llevaba meses pintando sin terminarlo, pero en el que ya se distinguía con cierta claridad la imagen de Quirón con gesto triunfante y retador, así como el esbozo de una floresta presagio de esplendor de vida, ya lo terminaría algún día o bien acudiría a cualquier pintor callejero quien desde luego fuera más avezado en ese arte, para él inaccesible, pero bueno, se trata de “apantallar” a quienes se lo permitan, creyendo que en realidad era un gran pintor, ¡nunca faltan los ilusos!, sonrió malévolamente y disimulando el fastidio provocado por el continuo acoso de aquella “dama”, le preguntó entre solemne y socarrón: ¿Ahora qué te pasa? ¿Has vuelto a embriagarte, como todos los días por la tarde? Anda, cuéntame tus angustias.
¡Ay amigo!, Sigo recordando a aquel maldito quien me hizo el irrespeto al no plegarse a mis caprichos seniles. ¡Como lo odio!, no puedo apartarlo de mi mente, a pesar del desprecio y la indiferencia manifestada por él con su silencio; eso tu bien lo sabes porque te has denigrado al atacarlo por medio de la red como yo te lo supliqué.
¿Qué hago mi bien amado?, si ese maldito no viviera tan lejos de mi amadísima república bolivariana tan querida, ¡ya lo hubiera matado!, ¡filho da puta!, homenzinho, la concha de su madre, maldito, mil veces maldito. Terminó diciendo la mujer aquella en medio de su ira y la embriaguez, tan habitual en ella.
El “cura locos”, sonrió satisfecho, gozaba escuchar a título gratuito a su paciente septuagenaria en ese extravío emocional, era la única quien lo consultaba, se había convertido la pobre mujer en su mejor diversión, pues aquel psicólogo había perdido su clientela cuando sus pacientes, a pesar de su insania descubrieron que el doctorcito estaba tan loco como ellos. Porque: “La locura teje entre quienes la padecen y quienes la soportan, una tela de araña siempre insospechada y variopinta, un camino de ida y vuelta en el que a veces se despistan los sentidos y uno llega a dudar de quién es el que va y quién el que viene”.*
La enferma iba a continuar explicado los síntomas progresivos de su neurosis, pero el médico adelantó abruptamente el diagnóstico y el tratamiento para zanjar aquella situación que por el momento ya no le divertía: Tu padeces estrés, ya te lo dije, provocado por un gran delirio de persecución, acrecentado por ese delirio de notoriedad y el ego desbocado y enfermizo que tienes, ya no le demos tanta importancia a aquel sujeto maldito, pues no la tiene. Te recomiendo tomes ahora mismo media botella más del licor que estás ingiriendo, tómate doble dosis del somnífero prescrito y lo más importante… aléjate por un tiempo de esa maldita página literaria o terminarás por enloquecer totalmente. Sin decir más, el galeno apagó su ordenador y continuó escuchando música clásica, recién había terminado de memorizar los nombres de los principales compositores de ese género y alguno de los títulos de sus obras. Finalmente, lo sabía muy bien, siempre habrá incautos quienes se dejen llevar por su exagerada egolatría. El galeno no alcanzaba de entender aquello que dice: “alabanza en boca propia es pedantería”
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* La cita entrecomillada es de la autoría de uno de los mejores poetas de esta página azul, alguna vez me hizo el honor de dejarla como comentario en uno de mis textos, lo cual le agradeceré siempre.
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