Saúl y Moisés.
Jorge Cortés
Saúl miró a Moisés entre crispado e incrédulo. Durante la hora recién vivida flotando sobre los torrentes de autos de la ciudad de México, habían venido saboreando el platillo genial que les esperaba.
Sus sesenta y tantos años de edad no restaban ni un ápice la excitación que les provocaba el asistir por fin al sueño de concierto que significaba el violinista Itzhak Perlman interpretando “La overtura Carnaval opus 92”de Dvorak, la “Canzoneta para Henry V” de Walton, y como postre: la“Cantata para violín y guitarra” de Pagannini. Desde que supieron, hacía meses, de la presencia de Perlman en el palacio de Bellas Artes, corrieron como adolescentes en busca de los boletos del tan esperado suceso. Y a pesar de haber estado en Ticketmaster justamente a la hora en que iniciaría la venta de boletos, por esos misterios que nadie es capaz de explicar fehacientemente; lo mejor que les ofrecieron fue en la fila “H”, “lo de mas adelante ya está vendido”; y tras una breve, pero sustanciosa discusión con un empleado que bien podía haber sido sordo por la poca resistencia que opuso a los vituperios, decidieron conformarse con lo ofrecido, pues a decir del empleado “ si tardan mucho en decidir, ni éstos les voy a poder dar, eh?”.
Hache de Hedonismo, -dijo Saúl a Moisés-, no está mal al fin y al cabo. Y salieron de ésa oficina caminando abrazados como cuando iban al colegio, y haciendo ese paso “marinero” en que cruzaban las piernas alternando con sincronía los pasos, la pierna de uno delante de la del otro. Quien los vio seguramente pensó que los boletos que tanto mencionaban eran premiados de la lotería, para ellos eran quizá mas que eso.
Difícilmente se puede hablar de una amistad mas franca y duradera que la que ha unido por mas de medio siglo a éste par. Saúl y Moisés descubrieron cincuenta años atrás su común afición por : la pesca, el licor de pera, el cine, la mujer, las aceitunas y el violín.
Cuando Saúl y Moisés tenían veinte o veintiún años, comenzaron a admirar al chico violinista de trece que ya se presentaba en el show de Ed Sullivan, y que había estudiado en la misma Academia Schulamit donde ellos a veces asistían, y donde también de pronto preferían la pinta de irse a pescar. Sus sueños de ser grandes concertistas se fueron achatando con el tiempo y con su realidad de tenerle que dedicar mas horas a las actividades para mantener sano el cuerpo familiar, que a la de avivar el espíritu, pero afortunadamente nunca dejaron de lado esa hermosa necesidad de alimentar el alma. Y a sus avatares aventureros de la infancia y adolescencia, siguió una muy íntima complicidad en cuanto a compartir música se refiere, y a partir de las múltiples discusiones y análisis críticos hechos a las grandes figuras del violín, desde hace lo menos veinticinco años esperaban la oportunidad de ver a aquel virtuoso Itzhak Perlman , su cuasi-compañero, con quien además compartían su humanismo y su lucha en pro de los discapacitados. En 1995 cuando Itzhak Perlman estuvo en México; Moisés estuvo cuidando la convalecencia de Saúl, a causa de una cirugía por unos coágulos en las venas de las piernas. La promesa de asistir en la próxima oportunidad, se hizo aún mas patente.
Así que ahora, a diez minutos de iniciar la función, y frente a las puertas del Palacio de Bellas Artes, Moisés se daba cuenta que había dejado los boletos en el saco que se cambió al salir de casa, pues a juicio de Sara, era “poco formal para la ocasión”, y Saúl no daba crédito a las palabras de su amigo.
-Pero, ¿cómo puedes ser tan bruto, Moisés?
-Pues sí, ¿qué te puedo decir? Mira, no los traigo...y no vale de nada que me regañes o que nos pongamos a discutir, mejor pensemos que hacer para poder entrar. Por lo que veo no hay reventa, y la posibilidad de burlar la vigilancia con éstos cuerpos, es casi nula.
Ambos odiaban pagar de más por un espectáculo a los revendedores, aunque ésta vez lo habrían hecho con gusto, pero ni luces de alguien que pretendiera vender “un boleto extra”. –Bueno, Saúl, por lo pronto voy a llamar a la casa para que envíen los boletos en un taxi, prefiero ver y escuchar aunque sea la Cantata , que irme con un palmo de narices. Le diré a Sara que los mande a la caja del estacionamiento, y voy a avisar ahí, para que los reciban.
Mientras Moisés corría hacia el estacionamiento, Saúl se dirigió a la entrada con la esperanza de convencer al checador , de la existencia real de los boletos, del descuido de haberlos dejado en casa, de la hora que hicieron de camino hacia el recinto y de su necesidad de entrar a la sala de conciertos. El portero pareció no oír toda la explicación de Saúl, quien como toda respuesta sólo obtuvo un: “ lo siento ,sin boletos nomás no pueden pasar”, En ese momento en el foyer se escuchaba el altavoz: “ Ésta es primera llamada, primera”. Lo que siempre odiaba en el preludio a un espectáculo, ésta vez le pareció una bendición, el concierto iba un poco atrasado, y había que ganarle tiempo al tiempo. Saúl, aún en tono muy amable, le pidió al joven si podría hablar con algún superior, cosa que “ indignó” al ujier, quien malhumorado le contestó:
-Mire viejo, si no se va de aquí, voy a llamar a seguridad.
Hacía mucho tiempo que Saúl no reaccionaba de manera tan visceral, se le agolpó la sangre en las sienes y con voz alta, pero controlada, contestó:
-Llámele!, justamente eso es lo que le estoy pidiendo, llámele a seguridad, a intendencia o a quien usted quiera, que seguramente será alguien superior a usted y con un poquito de criterio...
Providencialmente pasaba por ahí un joven de cola de caballo, que al oír el alboroto se acercó diciendo:
-¿Qué es lo que pasa?
-Nada, que uno quiere hablar civilizadamente con el señor, pero parece que le habla uno a una tapia!!-dijo Saúl.
-En que puedo servirle?, pase por aquí por favor...
Le dirigió a una salita, y le escuchó atentamente, Saúl le indicó al fin: -Mire usted, nuestros lugares están en la fila “H”, lo recuerdo bien, pues hicimos una broma sobre lo Hedonistas que podemos llegar a ser, y en ortografía, pues no andamos tan mal, vea usted si hay dos asientos vacantes en esa fila, al parecer el teatro ya está lleno y sería mucha coincidencia que justamente sobraran dos asientos en esa fila. Los boletos ya vienen en camino, pero no creo que lleguen antes de una hora. En cuanto estén aquí...
-Está bien, déjeme ver como está la sala, espéreme un momento por favor- interrumpió el joven de la cola de caballo.
Mientras desaparecía el joven, Saúl escuchó en las bocinas: “Segunda llamada, segunda”, y vio a través del cristal de la puerta a Moisés, que con gestos preguntaba “¿Qué haces tu ahí?, ya méteme”... Saúl se dirigió a la puerta y le dijo:
- Espera un momento, parece que ya se ha solucionado todo.
A su regreso, el joven de la cola de caballo, le dijo:
-Mire señor, la fila “H” está completamente repleta, al igual que el resto de la sala...
-Pero, ¿cómo puede ser? Usted no va a creer que todo esto es una estafa...
-Usted me ha caído muy bien y la vehemencia con la que desean ver el concierto, me ha conmovido de verdad. Mire, lo que yo les puedo ofrecer son éstos “ stickers” para el “backstage”, y tal vez un par de sillas para que puedan disfrutar del concierto tras bambalinas.
-Pues a toda prisa!, que esto comienza ya , pida por favor que dejen entrar a mi amigo.
El joven le hizo una seña al hombre de la puerta, quien con una cara de pocos amigos, invitó a pasar a Moisés. Corrieron tras el joven que daba órdenes aquí y allá, y cuando pasaban por una puerta que daba al mismísimo escenario se escuchó. “ Tercera llamada, tercera, suplicamos al público tomar sus localidades”. Sentados en sus butacas improvisadas, Saúl y Moisés sentían que el corazón se les salía del pecho.
Las luces se apagaron y comenzaron a inundar el ambiente las notas de “ Kovanschina”, al reconocer la melodía, se voltearon a ver con un gesto de interrogación. Luego, durante fracciones de segundo ignoraron quien estaba a su lado dándoles ligeras palmadas en la espalda, guiñándoles cómplicemente un ojo y diciéndoles: shalom. El hombre caminó violín en mano hacia el escenario entre estruendosa ovación, de nuevo las caras de los dos amigos se encontraron y reprimiendo las lágrimas en los ojos y con voz entrecortada, dijeron: “era Itzhak!!!”.
Cuando inició el segundo número. “ Cuadros de una exposición” volvieron a mirarse y en voz baja se dijeron: -“que raro que hayan cambiado el programa, a ver si sí cierra con “Cantata para violín y guitarra”, pero no fue así, el tercer número fue el concierto en Re menor para violín de Tchaikovsky, de cualquier forma se emocionaron, disfrutaron y hubo lágrimas de gozo, al final vino el encore, una coda al mismo concierto en Re menor, y una ovación de varios minutos, al salir, nuevamente Itzhak Perlman pasó por su sitio, les estrechó la mano y les preguntó:-¿les gustó? , bueno, hasta luego!.
Saúl y Moisés con el corazón henchido, y con las palmas de las manos ardientes de aplaudir, se encaminaron al estacionamiento, mientras bajaban la escalinata no dejaban de agradecer al joven de la cola de caballo el dejarles ver así a su ídolo. Al pagar la cuota de estacionamiento, también recibieron los boletos que les había dejado el taxista en la taquilla, el primer impulso de Saúl fue el de ir a dárselos al joven, para que viera que no había habido estafa, pero quizá ya ni lo encontrarían, además que el buen gesto del muchacho poco tenía que ver con la existencia o no de los dichosos boletos.
Saúl sacó sus lentes para leer, quería estar seguro que los boletos eran de la fila “H”, no podían haberse equivocado de tal forma, durante unos segundos los examinó, después con sonora carcajada dijo : “mira Moisés ponte tus lentes , jajajaj en efecto, son de la fila “H”, y ahora entiendo por que no escuchamos “ Cantata para violín y guitarra”,ni el programa esperado... JA, JA, JA, Ja!!! Nuestra demencia senil ésta vez nos jugó una broma de muy buen gusto. Hoy es viernes ocho de agosto, los boletos son para el nueve!!! JA JA AJ AJ AJJA!!! Mañana tendremos otro banquete.... Pero ésta vez yo guardo los boletos.
Jorge Cortés
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