¿Rezar? ¿Qué es eso? ¿Rezar a quién o a qué? Y lo que es aun más cuestionable: ¿para qué?
¿Para implorar perdón por errores cometidos bajo ese supuesto libre albedrío que lo justifica todo y lo perdona todo mediante algo intangible e incomprobable llamado arrepentimiento?
Era absurdo. Cero lógica.
Claro que ante ese argumento siempre surgía algo etéreo, incomprobable, pero casi omnipotente: la fe.
Linda palabra, hermoso concepto: la fe era "algo" que lo justificaba todo.
Pero la fe en Dios, claro. Nada de fe en cosas paganas. Todas esas cosas que tantos concilios (que hombres, mortales, comunes y corrientes como cualquiera) habían decidido por razones políticas, económicas y sociales que no eran válidas, ya que no contribuían al afianzamiento del poder.
En esos pensamientos se encontraba él.
Él, el que no rezaba a nada ni nadie.
El que cuestionaba TODO basándose en su supuesto derecho al libre albedrío.
Sonrió ante tantos absurdos.
¿Estás de un lado o del otro? ¿Es que había lados diferentes? ¿No era un tema de valores, más que de sectas y rituales?
Su libre albedrío ya había decidido qué hacer,
Y lo hizo, sin dudar siquiera.
Cuando se enfrentó a esa luz cegadora, no pudo evitar preguntarle quién era.
¿Dios, Alah, Cristo, una insensata trinidad?
La luz le respondió y fue muy clara.
"Soy todos ellos y ninguno, soy a quien todos rezan e imploran y aun así nada puedo hacer para cambiar lo que han decidido mediante sus acciones."
Asombrado (no demasiado), preguntó: ¿Y ahora qué, entonces?
Y la luz le dijo: "Ahora, al igual que siempre, tu destino está escrito: la nada, de donde surgiste y a donde volviste, como todos, como todo."
Y en un instante llegó, volvió y se unió feliz al universo...
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