En praderas de concreto con casonas antiguas,
Guardé secretos dentro de balcones,
Hablé con el río susurrante al anochecer fulminante
Y con los gallinazos de ímpetu exaltante.
En la plaza de Pizarro, a orillas de mi vida,
El atardecer de las cinco y la ciudad movida,
Te recordé criollísima y coqueta,
Lozana y nívea castaña, a ti mi reina Micaela,
Regalando al mundo un actuar, una sonrisa,
Un guiño profundo y picardía.
Al final del día, un vals le cantaba todavía,
Flor de mi canela, dulce niña de mi lámpara azul,
Tradición que recorre las fauces de mi corazón,
Colilla de un tabaco de amores que conservo,
En calles y quintas de barrio me enveneno,
De pensamientos donde dominas y de los cuales no soy dueño
Y me enamoro de Lima, y me enamoro de ti, mi niña. |