Se despertó de aquel sueño-pesadilla en la que viajó por el cielo y el infierno donde libró épicas batallas con ángeles y demonios durante tres soles con sus lunas, de las cuales resultó victorioso.
Al despertar, le sonrió la vida desde otra dimensión que ya no añoraba. Vio los orificios recién ultrajados. Sonrió satisfecho, pues fue el hombre, el buen hombre en toda su maldad e ignorancia quien le había dado aquel dulce martirio y al hacerlo le permitió ante la presencia de su padre y el testimonio de su madre alcanzar la eternidad para gloria del hombre, su verdugo.
Texto agregado el 03-04-2015, y leído por 393
visitantes. (7 votos)