¿Y los sapos?


-Abu, cuéntame un cuento

Una escena que se repetía cual ritual todas las noches en las que Camila pasaba en la casa de Eulogia.

-Había una vez…

-No, no, ese ya lo sé; otro, otro.-Se le oía decir a la niña.

-¡Quiero el del sapo!

Cuando los cuentos se tornaban aburridos, la aparición de un animal en cualquier circunstancia atraía la atención de Camila, y más precisamente cuando comenzaban a hablar. Su mirada cambiaba y se le encendían los ojos. Era por ello que siempre los relatos comenzaban con hazañas épicas o amores desencontrados hasta que en algún momento aparecía el animal redentor.

-Llegaba el príncipe valiente al castillo juego de una cacería cuando…

-Como se llamaba el príncipe- Interrumpió la niña

-Asdrúbal el valeroso, de apenas 15 años. Estaba muy triste porque no podía ver a su amada, la princesa Gertrudis ya que sus padres rechazaban su noviazgo.

-¿Y el sapo?- insistía la niña

-Mientras el príncipe caminaba por los extensos parques del reino se acercó al estanque al que los brujos llamaban el de los sapos hechiceros. Sus lágrimas bañaban las quietas aguas del lugar que en concéntricas figuras se movilizaban todo el bañado como un grito desesperado por el amor imposible. No tardaron en llegar sus mágicos moradores intrigados por el movimiento de las aguas.
El que parecía más audaz se atrevió a acercarse y le dijo:

-Mi querido príncipe ¿a que se deben esas lagrimas que derramas sobre el estanque.

Una indescriptible sonrisa de Camila, indicaba el placer infinito por el desarrollo de la historia.

-Mis queridos confidentes.- Respondió Astrubal a la pregunta. –Hoy pase por el castillo de mi amada y no pude trasponer la puerta, solo la pude divisar en lo alto de la torre, con sus rubios cabellos al viento sosteniendo azahares entre sus delicadas manos. Mi brioso corcel se alzó sobre sus patas traseras a modo de reverencia, deposité un beso en mi mano y se lo arrojé con fuerza a mi amada.

Estuve a punto de desenvainar mi espada y arremeter con todo, llegar hasta Gertrudis y raptarla de la torre y huir por siempre por las praderas del sotavento.

-Príncipe de la luz, acepta nuestros sinceros consejos y podrás reunirte con tu amada.

-Que debo hacer.- Por primera vez Astrúbal se entregaba a los sapos hechiceros.

La mirada de Camila parecida hipnotizada por las palabras
de la abuela, se aferraba a su almohada intentando mantener su vigilia.

-Mi querida, te voy a tapar con la frazada mientras continúo con la historia

La niña se dejaba arropar por la abuela al tiempo que balbuceaba:

¿Y los sapos?

-Ambos, los sapos y el príncipe urdieron un plan para conseguir el amor de la princesa. Esa misma noche, en la quietud del palacio fueron los sapos que comenzaron a croar cantos de amor y misterio que el viento desplegaba por el llano que conducía al castillo de su amada, llegando al corazón mismo de Getrudis, que supo entender el amor infinito del príncipe. La bella música que brotaba de los batracios alteró a los reyes que quedaron subyugados por los cantos sintiendo ellos mismo la culpa por una decisión injusta. Corrieron hacia la torre a despertar a su hija pero ya no estaba.

Ya la niña dormía plácidamente abrazada a sus cobijas sin llegar a saber el final del cuento.

A la mañana siguiente, Camila fue a la habitación de su abuela y le dijo:

Sabes una cosa abu: Soñé que un príncipe se casó con una princesa, fueron felices y comieron perdices. Pensó un momento y arremetio con su pregunta: ¿y los sapos?

OTREBLA