En Melbourne, los árboles reciben cartas de amor. Amor de madre, de padre, de hermanos, amor de cura, de puta, del alcalde, amor de amigos, de novios, amor de gente solitaria. Amor que cuida, que da sin pedir nada a cambio, pero que recibe el aire verde que respira y que le alimenta, amor que regala la plenitud.

Y los árboles del mundo crecen y ultrapasan nuestro límite de tiempo, y testifican la bondad, la protección, la generosidad, el abandono y también la miseria del corazón humano.

Ayer, en Yemen, centenas de personas recibiran bombas de odio. Las diferencias y el amor no son más tolerados. Las religiones ya no confortan las almas, producen angustia en los que tienen fe en su Dios. Porque en nombre de Dios, muchos luchan por el poder, no quieren la paz interior, tampoco la armonía entre los pueblos. La muerte llega tan veloz, en menos de un segundo explota, mientras están orando; mujeres, hombre y niños despiertan en un lugar destruido, irreconocible la tierra, el templo, el tiempo, el llanto; irreconocibles los cuerpos.

El respeto por la vida de un árbol o el respeto por la vida de un ser humano es el sentido de la existencia que tanto buscamos. Y si cada día que pasa, el sentido se aleja más de nuestra comprensión y nos acerca al caos, qué nos quedará?

La violenta esperanza.



Leila A.Schiele