-Alison-
Miraba al techo con expresión seria, escuchaba como la lluvia rugía fuertemente fuera, el temporal se había desatado al fin.
Me negaba rotundamente a abandonar la cama, tome el celular debajo de mi almohada: las 9:30 de la mañana. En la pantalla, junto a un pequeño reloj se mostraba una figurilla de un teléfono sin contestar. Oculte mi rostro entre las sabanas, Valparaíso en invierno era crudo, eso lo sabía muy bien. El problema, no era el frio, sino, que dormía solo con ropa interior inferior y una playera grande.
Oh, Dios-pensé-Mama llamo.
Tome asiento sobre la colcha, pase una terrible noche, agarre un resfriado por no traer paraguas el día anterior y, para mi mala suerte, justo se larga a llover.
Pero ese no era el tema importante, es más como un trámite que ayudara a darle una excusa a mi estado de ánimo hoy.
Mama me había llamado, no era que no la quisiera, pero me resultaba incomodo-hasta temeroso-hablar con ella. Seguro tendrá algo que decirme que hará dudar a mi autoestima o que simplemente, conseguirá que dude de mi misma o de alguien.
Pulse el botón “llamar”.
El teléfono sonó tres veces antes de que alguien contestara.
-¿mama?-articule
-Hola hija, como has amanecido. No he sabido nada de ti desde el viernes…
Era martes.
-Lo se mama, solo he estado ocupada, ya sabes, el trabajo y la universidad…cosas triviales.
-Eso he notado, he visto algunas fotos en Facebook, te ves hermosa pero se nota que has comido demás…-su tono era un poco burlón pero ambas sabíamos que hablaba enserio.
-Lo se madre, sabes que mi mayor pecado es la comida, la amo
-Me doy cuenta hija ¿vendrás a casa hoy? Te extrañamos.
-Si, no los he visto así que los he estado echando de menos.
-Que bueno…-callo un momento para luego añadir-te estaremos esperando.
-Esta bien, Adiós.
-Adiós, cuídate.
Colgó.
Suspire pesadamente, arrastre un pie fuera de la cama y luego el otro, camine hasta el espejo de cuerpo entero y me saque la playera por encima de mi cabeza, quedando casi desnuda.
Observe mi figura, no tenia un cuerpo de diez, poseía algunos gramos demás aunque no interferían en hacer lucir una figura un poco armónica, era voluptuosa en la parte de arriba si establecíamos una comparación entre mis caderas y mi busto. Caderas pequeñas, hombros pequeños, rostro redondo y a este último lo considero mi mayor pesar; apenas comenzaba a subir de peso inmediatamente mi rostro engordaba haciéndome parecer mucho más que 58 kilos. Muchas veces durante mi adolescencia fue mi tortura porque mi madre siempre se encargó de recordarme que estaba subida de peso por el hecho de que mi rostro engordaba inmediatamente. Quería que luciera un cuerpo esbelto, excusándose que cuando me tuvo a mí; Ella fue una madre joven, a los 21 años. Nunca se sacó partido ni hizo algo para tener el cuerpo que yo tengo y cuando ella tuvo la oportunidad de tener mi cuerpo, la desperdicio y ahora se arrepiente. Por lo que intenta que me mantenga en forma y aproveche que pueda hacerlo.
Conclusión: nunca puedo encontrarme lo suficientemente bien, siempre me preocupo de mi rostro, de no comer demasiado para que este no engorde, aunque el último tiempo; después de mi depresión. No he tenido mucho autocontrol, así que he ganado varios kilos demás y ¿saben qué? En alguna parte de mí, me gusta así. Aunque otra muy grande hace eco de las voces de mi madre diciéndome que estoy con peso demás.
Sin encontrar solución a mis problemas, decidí volver a colocarme la polera y no volverme a mirar, no quería tantas dudas recién despertando. Hoy tomare agua como si no hubiera un mañana, así sustituiría la ansiedad con la comida.
El vaho de la ducha más el agua caliente tiño mis mejillas de un delicado color rosa. Pase la palma de mi mano por el espejo, borrando cualquier rastro de la ducha mañanera. Mi rostro estaba irreconocible, saque del pequeño armario detrás del espejo unas píldoras para aliviar el malestar, eso me mantendría con más ánimos en lo que queda del día.
Volví a la habitación, mis compañeras aún no habían despertado, no estudiábamos lo mismo por lo que nuestros horarios de clase eran diferentes. Tome unos jeans medianamente gastados; azul oscuro, más un chaleco color esmeralda. Como en casi todas las mañanas, preferí dormir cinco minutos más que darle atención a mi pretensión. Solo use un poco de cremas humectantes para mantener mi rostro fresco y nutrido.
Volví a ver la hora: 10:30
Abrí los ojos como platos, tal vez vivía en el centro de la ciudad, pero me costaría mucho llegar a la facultad, ya que el minibús que se dirigía en la dirección correcta tardaba quince minutos en pasar.
No alcance a desayunar pero mejor así, debía perder peso. Tome el bolso, las llaves y Salí a toda prisa del edificio sin siquiera despedirme del recibidor.
Asi era mi vida, asi habia sido siempre.
Ya en la facultad, respire mas tranquila. Al llegar al salón pude dejar tranquilamente el paraguas descansando en un basurero, sacudí mi cabello empapado por la lluvia y la chaqueta morada. Como siempre, puntual.
Habian ya algunos pequeños puñados de gente, esparcidos y ubicados según al grupo de amistad al que pertenecían. Para mi suerte, tenia dos grupos de amigos; pero se odiaban rotundamente. El primer grupo correspondía a los que siempre llegaban temprano, tenían los deberes al dia y sacaban las mejores notas. Mientras que el segundo, eran algo mas relajados. No necesariamente debían sacar excelentes calificaciones ni venir todas las clases, con aprender lo que se tenia que hacer, era suficiente para ellos.
Los estimaba a ambos. El segundo grupo de una manera mas profunda que el primero. Pero desgraciadamente, los acontecimientos que habían surgido en estos dos años produjeron una especie de alejamiento; no sentimental, ya que este se fortaleció. Sino más bien, académico, y en algún punto pasado y perdido, para olvidar lo que era antes.
El alejamiento fue producto mío, una decisión meditada y mesurada, aunque ellos siempre me recibieron con los brazos abiertos. Una vez que eres del club, lo eres para siempre.
La rivalidad entre ambos surgia en la indignación del primer bando, quienes no soportaban que pasaran las asignaturas sin problemas y casi, sin estudiar. Eran inteligentes sin tener que pasar pegado a un libro. Y se divertían como bestias salvajes que podían llegar a ser.
“puro conocimiento práctico cabros” decía Javier, el bromista y de imaginación sexy.
En cambio, los del segundo equipo no soportaban la arrogancia del primero; no obstante yo los conocía bien y estaba al tanto que no eran así en realidad. Contestaban todo en clase, tenían siempre los deberes al día y nunca estaban a favor cuando el profesor ponía la posibilidad de cambiar la prueba.
Así, ambos grupos se odiaban, y yo, no tenía como elegir uno definitivo.
Pasaba la mayor parte de la hora universitaria con los aplicados, me gustaba estar con ellos y me mantenía con los pies en la tierra. Sin embargo, una vez teniendo pie afuera del edificio, todos eran muy ingratos y no se juntaban por nada. En cambio, María José o “Cote”-un nombre que recordare por el resto de mi vida por la fuerza que traía con su personalidad-y el resto de ellos siempre estaban poniendo pretextos para reunirse una vez más.
Dos líderes: María José y Pedro; dos grupos, dos bandos.
Odiaba decirlo pero, era un cerebrito, una ñoña. Pero mis amigos me querían así, tal y como soy.
-Hola-salude en un tono bastante congestionado que dejaba en evidencia mi resfriado.
Jorge, mi compañero y hasta casi, amigo. Era tan responsable como yo en cuestiones de horario.
-Hola…-me devolvió el saludo adormilado.
-Tienes una cara…!uff!...ni a mi peor enemigo se la daría.-comencé, burlándome.
-Diría lo mismo de la tuya, pero siempre es así.-me devolvió el comentario.
-Es temprano, tengo hambre ¡es hora de comer!-se me olvido en un segundo lo que tenía planeado hacer respecto a la comida.
-Siempre comiendo Alison, serás una lechona algún día. Más de lo que eres.-lo último lo dijo casi en un susurro.
-Te escuche. Idiota.
-Gorda.
-Anoréxico.
Se encogió de hombros.
-¿quieres que te traiga un café?-no veía ningún alimento sobre su mesa.
-claro, un Cappuccino de Vainilla ¡Ah! Y unas galletas…-puso su cara de perrito abandonado.
-Está bien, voy y vuelvo.
El negocio a esta hora de la mañana estaba repleto. La tia Rebeca atendía sin parar, no quise devolverme a la cafetería pues estaría en las mismas condiciones.
Después de empujones, tropezones y uno que otro improperio, llegue con la comida. Jorge ya estaba acompañado, Paula se sentó a su izquierda y Daniela a su derecha. Yo prefería sentarme al lado de Paula, era menos cruel y muy noble, gozaba de una ternura silenciosa.
Daniela igual, pero no teníamos mucho tema de conversación y a pesar de que Paula era muy callada, algo entre nosotras hacia fluir mágicamente la conversación, tal vez porque ambas somos ñoñas y nos gusta leer muchísimo.
Se notaba inmediatamente la división de pandillas, las dos primeras hileras del ala este de la habitación que quedaba a una escasa distancia de la mesa del profesor correspondían a nosotros. Mientras que, en el ala oeste y en las dos penúltimas hileras, estaban mis chicas y los “machos” (a quienes solíamos apodar asi para molestarlos).
Los salude débilmente esbozando una sonrisa sincera, cuanto extrañaba sentarme con ellos y reír con sus chistes, pero ya había tomado una decisión, que, hasta el momento, había resultado ser buena a pesar de las melancolías que causaba.
-Hay amigos para salir de fiesta…-dijo mi madre y mi ex novio asintió mirándome serio-y amigos para estudiar, pero no puedes tener a los dos.
Llevaba tiempo sintiéndome asi, como si algo faltara. Tenía una rutina, la tenía, pero no era suficiente.
A las seis de la tarde hacia un frio que calaba los huesos, muy típico de esta ciudad. El viento costero comenzaba a causar sus estragos en las personas, tímidos temblores de cuerpo esperando pasar desapercibidos al resto.
Entre al gran edificio de vidrio que se alzaba en plena plaza de la ciudad, un enorme Hall con un guardia estaban ahí.
-Hola, busco a Marco Rojas.
El guardia le aviso al recibidor y este busco en su agenda llamando a la oficina.
-No tarda en bajar.-dejo el teléfono en su lugar.
Espere.
El resto de la tarde no fue muy distinto de otros, camine con mi padre hasta el metro. Al subir nos percatamos que había mucha mas gente de la que estimábamos. Durante el viaje solo hablamos cosas triviales, siempre me lleve bien con mi padre pero por desgracia nuestras personalidades carentes de un poco de afecto físico no nos permitían llevar el lazo a un nivel más íntimo que el casi cordial.
Mama me recibió con alegría. Nos sentamos a la mesa y conversamos alegremente. Había veces en las que quisiera quedarme de nuevo a vivir con ellos, y los momentos en que casi tomo esa decisión, se vienen a mi mente esas dolorosas discusiones que rompían por completo mi personalidad. Recuerdos que llenaban de rabia mi ser interno. No retornaría a sentirme así nunca más, no dejaría que nadie más desde lo que paso me hiciera daño en tal magnitud. No volvería a atrás, es algo que jure hace mucho tiempo.
Dieron las doce, tire las llaves al sillón. Mucha comida.
Abrí la puerta de mi habitación, me descalce los zapatos y anduve merodeando por el lugar. El atril estaba aún donde había sido dejado hace dos semanas, con una pintura a medio terminar.
La mire un par de segundos, después de eso, me tire por encima de la colcha boca abajo, estaba agotadísima. Poco a poco, y de manera paulatina, fui quedándome dormida. Solo una duda quedo vagando por mi cerebro y es ¿Quién será este extraño caballero que no puedo pintar su rostro? Pasaron años desde que tuve ese sueño con él, pero se grabó a fuego en mi alma. Después de mucho tiempo, decidí pintarlo. Iba todo bien hasta que llegue a su cara. Por alguna razón la sensación que me produce es tan fuerte que no puedo llegar y retratarlo.
Hoy, mientras viajaba en el minibús, algo atravesó mi cuerpo. Algo invisible, pero solo ese roce basto para que me percatara de su presencia. Lo sentía en mí, sentía como mi intuición me gritaba que algo se acercaba, algo realmente grande.
Que así sea.
*Cabros: Chicos
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