La vez que tuve ese sueño, tenía quince años.
Caminaba a prisa por pasillos desconocidos para mí, pero que, aparentemente, mi cuerpo conocía a la perfección. Mi aliento se volvía agitado. Estaba consciente. Las paredes se coloreaban agua marina con bordes dorados.
Mientras recorría los pasillos intentaba, de manera poco exitosa, encontrar algún sentido a aquella escena; aunque lo haría, recordaría todo, pero después de largo tiempo…
Muchos pensamientos confusos en la cabeza para ese episodio.
Nerviosa iba razonando que este cuerpo que se movía errante no me pertenecía, pero, lo sentía tan propio, tan mío…
¡Bam! Aterrice en el suelo junto con la reluciente vajilla hecha trizas.
Al mirarlo, sus ojos; que no me los podría sacar jamás de mi mente, hizo que algo se despertara en mí.
El, muy cordial, ayudo en mi intento de levantar las piezas rotas, pero no se lo permití.
Quería huir, algo me empujaba como la gravedad pero mi cerebro pedía a gritos que corriera, un miedo irrelevante se apoderaba de mí.
En pánico interno, salgo prácticamente pitando con el alcanzandome los talones. No, algo estaba mal aquí.
Le oía llamarme ¡sabia mi nombre! Una designación muy extraña. Quería que me quedara un poco más, toma mi mano.
Pare en seco, su tacto, tan suave y tan firme, lo sentía, lo conocía. Le observo el rostro, era tan familiar, nunca olvidare en los años que vengan su cara, era como si algo dentro de mí hubiera chocado y dado un gran impacto contra una pared, en efecto, le conocía.
Estaba completamente segura que lo había visto en otro lugar, en otro tiempo. Nunca debí aceptar ese beso tierno en mi mano, ni su sonrisa galante.
Una presión en el pecho está a punto de llegar a su límite. Aquel caballero (a juzgar por los ropajes que llevaba las veces lo vi, era de buena posición) no pudo salvarme de lo que él o ella (nuca pude saberlo con exactitud) me empujara del gran puente que unía dos lados del gran rio.
No aprendí a nadar, tenía un miedo inexplicable al agua. Ese celestial espectro se lanzó sin pensarlo dos veces al rio tras de mí, pero pronto, vi todo brumoso. Hasta ya perderlo por completo de mi visión ya oscurecida junto a mi conciencia.
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