La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor. Séneca
Ayer
Levanto la sábana lentamente y espío… no quiero creer que esto que se extiende sobre la cama sea yo.
Un cuerpo laxo y pálido con colgajos por todos lados, una mente que fluctúa entre lo cierto y lo recelado, una sarta de recuerdos atolondrados que buscan su lugar en el tiempo.
(…)Ahora, a veces, me encuentro con personas a las que me cuesta reconocer, sólo sé que Bibi viene todos los días; ella es amable, me da los gustos y no me grita…
Él sí, como siempre… y pensándolo un poco casi estoy segura de que fue él quien me arrojó sobre la cama y caí contra su respaldar lo que me quebró la cadera… por eso estoy así ¿o realmente tropecé en el patio?
(….)Bibi se preocupa por mis moretones, me dice que tenga cuidado cuando ella no esté, que camine despacio y me sostenga con los muebles o use el andador; yo a veces recuerdo, otras no, pero estoy segura que yo no me golpeo ni me caigo…
En fin, siempre fue así, se ponía nervioso y respondía violentamente a mis comentarios… invariablemente es un bruto (…) ¿Y mis hijos... dónde están? casi ni los veo, sólo escucho sus nombres acompañados por los insultos que él le agrega… ¿Cómo van a venir si los trata mal?
Está bien, no son sus hijos, pero no le hacen nada…siempre tan nervioso… Y ahora por el dinero que hay que pagarle a esa mujer para que me ayude… ¿qué mujer?..
Ya volvió el matete a la cabeza, ¿qué decía yo?...
(…)Afuera llueve, está oscuro el día, Bibi se mojó un poco pero vino, está haciendo mi desayuno y me lo traerá con masitas y mermelada negra, ¡que rico!
(…)Pero está triste el día y llueve…
Y el aroma del café con leche me llena de gozo.
Hoy
Aún continúo aquí…
Y te veo todos los días con ese gesto inexpresivo en el rostro, desde el momento aquél en que “desperté” como de un largo sueño y me sentí espléndida.
Podía moverme libremente por la casa, salir al patio, a la vereda y ¡Sin dolores!
¡Qué felicidad!, yo quería mostrarte pero tú continuabas moviendo los muebles, baldeando el piso, lavando ropa…
Yo ya no existía para ti… ¡y era tal cual!, luego me di cuenta.
Esa noche, cuando intentaste dormir un sonido extraño salió de tu garganta y lloraste mucho, desgarradoramente.
Sentí que algo muy doloroso te angustiaba, que estabas sufriendo por mí o por ti, seguramente.
Razono todo eso y realmente es tan grande el bienestar que me embarga, que no me caben rencores, al contrario me nace irresistiblemente el deseo de perdonarte todo y augurarte lo mejor.
En estos días, el corazón te dio malos ratos… Tranquilidad dijo el Médico, pero supongo que no puedes.
Son muchos los recuerdos que te atormentan. Aparentas estar tranquilo delante de la gente, pero dentro de ti un sinfín de reproches no te deja en paz.
Y quizás te lleguen callados reclamos de las personas más cercanas que lo sospechan.
No puedo hacer nada, sólo observar tu angustia día a día y comprobar tu arrepentimiento.
Pero ya es hora de que me vaya, no hay nada más para ver por aquí.
Ten larga vida y no te angusties más…Ya verás el bello final que te espera a pesar de todo. Ni lo imaginas…
Allí voy… Adiós
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