Tengo que dormir, es tarde y mis ojos no pueden soportar más el peso del cansancio. Realicé muchas actividades hoy; las cuales no les incumbe a ninguno de ustedes; solamente quiero contarles lo que siento antes de ir a dormir. Tengo muchos proyectos para mañana y los siguientes días, pero siento mucho miedo cuando me voy a dormir. Antes de eso, debo cepillarme los dientes y acomodar las cobijas junto con el cubrelecho. El horror empieza cuando apago la luz, y veo la oscuridad; varias han sido las noches en las que no he podido dormir tranquilo debido a molestias externas a mí, como un gato blanco afuera de la ventana maullando por no sé cuál razón, o una fiesta en alguno de los pisos de arriba, o mis padres salen al baño, prenden la luz y se activa un ventilador que hace mucho ruido.

Cuando ya tengo las cobijas encima de mí, tengo que intentar adormecer mi cuerpo y eso no es sencillo. Pienso en que quizás mañana no amaneceré; pienso en que podría morir dormido, pero ¿cómo? En una pesadilla, creo. No hay otra manera de morir en ese estado. El cuerpo me dice que debo descansar, y sinceramente no es muy agradable sentir que uno no puede seguir trabajando, que no se puede continuar el día porque el cerebro no funciona más. No quiero meditar acerca de lo que se siente cuando se muere dormido, pero en mi niñez creía que me iba a morir mientras dormía.

Incontables veces tuve pesadillas en las que veía como una figura casi circular iba desapareciendo y a medida que desaparecía, los latidos de mi corazón se aceleraban, lo mismo que mi respiración y sudaba; yo quería despertar, pero no podía; quería pedir auxilio dentro de mi sueño, pero no podía gritar, no podía pedir ayuda. Yo creía que cuando la figura iba a desaparecer, yo me iba a morir. Yo me esforzaba harto por despertar hasta que lo conseguía. Pero el vacío que sentía cuando dormía era demasiado grande como para intentar otra vez dormir; cuando me despertaba estaba sudando, sentía claramente que las palpitaciones habían aumentado y eso se veía reflejado también en que podía escucharlas, no como cuando estoy calmado.

Además en mi infancia siempre mi papá me acompañaba antes de dormir, pues a mí me daba mucho miedo intentar dormitar solo. Muchas veces, a medianoche me despertaba, y me iba para el cuarto de mis padres y dormía lo que me faltaba entre los dos. Esto lo hacía porque no soportaba tener que volver a intentar dormir solo, sin que mi papá me acompañara. ¿Quién nos asegura que al otro día despertaremos? Y morir dormido no es chévere, porque uno no se entera de que murió; en el mejor de los casos uno no sabe si duele o no, porque no puede dar testimonio; y si uno muere, de un paro cardíaco; sólo puede ser de una manera: fulminante; y dicen que lo que se siente al morir por un ataque cardíaco así, es como si un animal de varias toneladas se le parara a uno encima del corazón deteniéndolo rápidamente.

Adicionalmente uno nunca puede morir y contar lo que se siente cuando se muere, así que nadie puede dar testimonio en la realidad de que murió dormido, quemado o ahogado. Y nadie puede morir en la realidad y contarlo, en ninguna circunstancia. Y si uno no muere dormido, al otro día continúa la tortura, pues el momento en el que uno se despierta, por la razón que sea, uno siente que volvió al infierno; despertar nunca es bonito, no es agradable y desperezarse es algo infernal, es algo demasiado atormentador, uno como que quiere dormir unos minutos más, y como que uno no quiere ir a hacer las labores diarias. El momento en el que uno se despereza para bañarse y hacer las demás tareas de aseo personal es un momento de un horror inenarrable, que todos debemos superar cada día para hacer nuestras labores diarias. Como la humanidad pronto se va a extinguir, yo no me levanto a una hora específica y no tengo que forzar mi cuerpo a desperezarse, pues es algo demasiado angustiante.