Cada mañana se sentaba en el mismo lugar, aun entre sueños que jamás podía recordar inclinaba su cabeza para no mirar por mucho tiempo a los demás, con los parpados impidiéndole ver la realidad, sus oídos se agudizaban como finos radares que podían oír a detalle cada palabra, cada movimiento, cada aliento o suspiro perdido de los demás lo cual le incomodaba demasiado. Cuando las clases empezaban solía quedarse callado, atento a cada palabra de los profesores, se sentía cómodo siendo solo un espectador y no un protagonista que con sus palabras o acciones se tornara el centro de atención. Desde pequeño fue un niño ignorado, nadie solía prestarle mucha atención y en su necesidad se vio forzado a sobrevivir en un mundo que no lo reconocía; en un principio hacer amigos era una tarea titánica pues cada vez que intentaba acercarse a alguien los demás simplemente cerraban el circulo o lo ignoraban cruelmente, llego un punto en el que el creyó que no existía, que solo era una sombra invisible, que ninguna persona común le vería con un valor más grande que el de un insecto, y eso le satisfacía demasiado, en un principio porque a él también le molestaba la presencia de los demás, pero conforme fue creciendo y el tiempo pasando, noto los grandes beneficios que brindaba el anonimato y descubrió dos grandes fuerzas que podían brindarle la compañía y la ventaja que el necesitaba, la primera ya la conocía bien, era el fino manto de invisibilidad que brindaba el anonimato; la segunda era la paciencia, entendía que la paciencia tenía más poder que la fuerza, que no era necesario apresurar las cosas, que todo tiene su tiempo y saber cuál era el momento de cada cosa era un arte que pocos entienden. Sabía que podía hacer lo que quisiera si podía entender y respetar a estos dos grandes maestros. Una ocasión mientras se dirigía al lugar donde frecuentaba ir a la hora de receso en su escuela, el cual le agradaba porque a nadie le gustaba debido a lo poco agraciado y vistoso que era; oyó un ligero llanto que escapaba entre el aire hasta refugiarse en sus oídos, movido por la curiosidad se acerco un poco mas hasta que pudo visualizar la silueta de una niña de su edad, por su mente pasaron muchos pensamientos, muchas ideas de las razones de aquel llanto, pero inmediatamente llegaban a su cabeza, las desechaba tajantemente, creyó que lo mejor que podida hacer en ese momento era dar la media vuelta y regresar a su salón pero cuando dio su primer paso en retirada, aquel llanto que hasta hace poco se dejaba oír, tomo una forma más concreta, más siniestra y pregunto, -¿siempre sueles oír a los demás llorar y después marcharte?- no sabía cómo reaccionar, los nervios que no había sentido desde hace años cuando de pequeño sin querer, tiro el reloj de su padre al retrete y en un intento por ocultar toda evidencia jalo de la llave, pero aquel remolino jamás pudo llevarse con él, el cuerpo del delito; volvían de una manera precipitada invadiendo todo su cuerpo hasta tomar control. Intento articular de la mejor manera posible una oración para responder pero en vez de eso solo pudo decir –lo siento. Ella se acerco hasta aquel chico inspeccionando cada detalle de él, -¿no sueles hablar mucho?- pregunto la chica que para aquel entonces ya había secado sus lagrimas. Su segundo intento fue un poco mejor cuando le pregunto la razón de su llanto a lo que ella simplemente respondió inclinando su cabeza y diciendo que no quería hablar de eso. Su tristeza no duro mucho o por lo menos no la tristeza que puede verse a primera vista pues con la maestría de una vieja actriz su rostro mostro una sonrisa tan encantadora que hizo ruborizar las mejillas de su acompañante.
La chica tomo la iniciativa, al parecer ella tenía más experiencia hablando con personas que aquel joven; con una sonrisa discreta lanzaba preguntas sin sentido pero jamás pregunto su nombre o su edad, El agradecía esto pues sentía que de hacerlo los lazos que se formaban entre ellos se haría más resistente y no podría romperlo de ser necesario; de cierta manera se sintió cómodo entre aquella conversación que jamás imagino tener, el tiempo pasa de una manera distinta se decía entre dientes no sabía la razón sin embargo, era algo que no le incomodaba, encontraba en aquella chica, en su voz, en sus ojos, una cierta familiaridad, como si la conociera de hacía tiempo. mientras ella hablaba contando recuerdos de días perdidos, el no podía dejar de mirar la gama de emociones que ella manifestaba y se preguntaba por qué él no podía hacer algo así por que le era tan difícil expresar un sentimiento tan libremente y sin miedos como aquella niña. La campana de la escuela sonó con su beligerante estruendo, debía marcharse pero no quería dejar a la persona que en ese momento era la más interesante de su mundo… -debes irte- dijo la niña. Sin decir palabra alguna dio la media vuelta y empezó a caminar hacia su salón dejando atrás parte de Él; sentía una gran tristeza debido a la incertidumbre de no volver a verla pero antes de que sus sentimientos se acumularan, el filo sutil de la voz de la chica grito a la distancia, te veré mañana a la misma hora traeré algo de comer para los dos. Un niño sin palabras deambulaba con una sonrisa que nadie conocía.
La emoción de volver a ver a esa niña tan misteriosa le invadía por completo, se apresuro demasiado con sus deberes en clase para poder llegar un poco antes a su encuentro; pasaron algunos minutos y empezó a creer que ella ya no vendría, unas manos invisibles cerraron sus ojos y la voz que jamás olvidaría le agradeció que hubiera venido; la sangre se apresuro a llegar a sus mejillas de nuevo, con temor dirigió sus manos hacia su rostro como para tocar la piel de su recuerdo más nuevo y más lindo que tenia pero antes de llegar, ella soltó su rostro y se sentó a su lado, -traje un poco de comida- dijo, ayer no pudimos comer nada por mi culpa; la chica tenía una linda forma de agradecerle el haberse quedado con ella y escucharle. Con timidez tomo un pequeño sándwich partido a la mitad, jamás nadie le había preparado algo de comer ni siquiera sus padres pues siempre le dejaban dinero para comprar comida. Agradecía por la comida, ella sonreía y decía que no tenía por qué hacerlo, ella empezó de nuevo a preguntarle algunas cosas solo que esta vez no eran preguntas al aire como la vez pasada, con un poco de valor, el empezó a narrar fragmentos de su vida, recuerdos que sabía que nadie había escuchado antes, fue tal la nostalgia de sus memorias que cuando menos lo espero sintió los brazos de su acompañante rodearle por completo como para que el dolor de su corazón pudiera salir pero a diferencia de ella, el no podía llorar y le extrañaba que ella tuviera lagrimas en sus ojos como si de esa forma el pudiera derramar las lagrimas que él no podía. Ya no podía dar marcha atrás sabía que su corazón se había unido al de ella y que a donde quiera que ella fuera El estaría a su lado. Así pasaron los días y poco a poco aquellos desconocidos que por casualidad se cruzaron seguían frecuentando el mismo lugar de siempre, el único donde podían estar juntos y a solas; donde dejaban y construían sus recuerdos con fragmentos de sus almas.
Era un día frio aquella ocasión, le llevaba un pequeño chocolate como un pequeño gesto de cariño, como de costumbre El llego antes que ella así que no le preocupo en un principio que no apareciera pero conforme fueron pasando los minutos y ella no aparecía, empezó a sentir cierta tristeza por su ausencia y así, paso todo el tiempo que tenían para estar juntos y que ahora solo él había permanecido; se decía para sus adentros como intentando consolarse, que tal vez se sintió mal y no pudo o que el frio le impidió despertar temprano y por eso no fue a la escuela. A la mañana siguiente paso lo mismo ella simplemente no aparecía. Pasaba el tiempo y los momentos que había tenido junto a ella empezaban a ser solamente recuerdos distantes, era como si ella nunca hubiera existido la semanas comenzaba a llenarse de soledad nuevamente para aquel chico que se rehusaba a volverla a aceptar. Su corazón ya no era el mismo, ya no podía vivir en soledad pues alguien le había brindado la compañía que necesitaba y más aun el amor que no conocía, que no sabía que podía tener o dar. Y ahora solamente se había convertido en una ilusión. Llego al punto de pensar que tal vez todo había sido falso que ella jamás había existido, que solo fue un invento de su imaginación, una treta de su subconsciente, un escape a su soledad, una fría y miserable alusión; sin embargo no quería olvidarla, se rehusaba a la idea de que ella solo había sido una alucinación pero todo indicaba que así era.
El tiempo siguió su camino indetenible, las tenues sombras de la mañana se asentaban poco a poco en un suelo infértil en un lugar de la escuela, un pequeño joven camina como siempre a comer su almuerzo, la mirada perdida de su rostro indica la gran falla de su corazón y cuando llega a aquel lugar un golpe de miedo alegría, odio, coraje, felicidad, se encajaba en su alma la silueta de sus memorias se tornaba común y sublime entre la realidad, se acerco con cautela, las manos le temblaban su corazón latía rápidamente, sentía que si no decía algo perdería la razón y antes de que eso ocurriera, en un hilo de voz dijo –hola- pero ella no respondió parecía como si no lo hubiera escuchado, es más, como si no se percatara de su presencia, volvió a intentar pero esta vez con más fuerza, - como has estado- dijo, pero ella seguía igual, comiendo su almuerzo sola, ella se marcho llevándose tras de ella todos los recuerdos que una vez existieron. Aquel joven no sabía que pensar, se sentó en el mismo lugar de ella y al hacerlo noto un pequeño papel con unas dos palabras que rompieron su vida, aquel chico se desvanecía con la luz de la mañana, ahora todo tenía sentido – dijo. Y en un instante desapareció.
La tarde asomaba paciente en espera de la noche, una niña entraba al consultorio de su doctor, en la estancia un pequeño letrero decía psiquiatra; y en el suelo de una escuela un papel tirado se abría con una ligera brisa revelando su contenido a ninguna persona, las letras encarnadas en ese papel decían “no existes”.
|