Uno.

Cuando de niño me propusieron ser perpetrador de matanzas me quedé un tanto cariacontecido al principio, pero el pueblo no daba para más. Era eso o la agricultura.
Hoy el telediario y la prensa escrita en general, nos ponen bien a las claras que subsiste o persiste- no sé qué verbo viene mejor- la tendencia.
Te proporcionan un fusil de asalto, te instruyen un tanto en su manejo y con un poco de metralla ideológica, ala, a matar semejantes.
En alguno de estos conflictos al final ya no se sabe la razón de tal alarde balístico, envueltos en una espiral de violencia cuyo origen más o menos se vislumbraba pero sólo eso.
Perpetrador de masacres; qué bonito, dijo mi madre. Que le hacía ilusión tener un hijo de tal guisa, ea.
En mi familia todos habíamos tirado para el campo. Lo más parecido a un fusil había sido una ballestilla- apero de labranza- por lo que pensamos que vendría bien un cambio.

Dos.

Cuando me introduje en aquel autobús camino de la guerra era septiembre. Había empezado la vendimia por lo que me libré de su continuación in academica causam. Había empezado para mí una guerra que se prolongaría durante muchos años con aquellas levas de septiembre.