Es fácil dejarse llevar por el ímpetu del momento y permitirle a tu ser aflorar las palabras o acciones en defensa de tu integridad o dignidad que, en un instante de ofuscación, crees malograda o afectada pero, a posterior, ¿Qué te dejará? y ¿Qué dejará en el otro?... Sí; huella.
En infinidad de ocasiones la vida presenta situaciones en que debes elegir el camino a seguir ¿Cómo saber el correcto?. Dios ha dotado al ser humano de variadas herramientas, sin embargo, desde mi visión, las más relevantes son; su inteligencia y sus emociones.
La inteligencia basada en el conocimiento y experiencia adquirida nos brindan la capacidad de discernir, proyectar y asimilar el accionar y sus consecuencias bajo el prisma de una mirada razonada, basada en objetivos reales. Por su parte, las emociones tales como; la esperanza, la alegría y el amor, e incluso también la pena y el dolor, ayudan a llegar a una conclusión ya que, cual condimentos como la sal, el comino y tantos otros más complementados dan un gusto final a la comida.
Imagina que cada relación es como si preparases un plato, si le incorporas los mejores ingredientes quedará una comida sabrosa, disfrutable, pero si le integras alimentos descompuestos, resultará en un plato difícilmente grato de degustar, digerir, ni menos repetir. Proyecta esto a tu vida y sé el mejor cocinero, aquel a quién todos admiran por la gracia y paz en que vive y convive, aquel que todos quisieran tener por compañía en su mesa, para disfrutar con placer el milagro del festín de la vida.
Recuerda siempre, cada acto, cada palabra tiene consecuencias, ya sea que afecten en lo inmediato o en lo futuro, a tu próximo, a tu prójimo y más que nadie a ti mismo.
Estas dotado del mejor combustible; La luz de Dios, ahora bien, ¿Qué huella quieres dejar?...
… te lo digo para decírmelo.
M.D |