Había estudiado COU (curso de orientación universitaria) pero le habían quedado dos asignaturas para la convocatoria de septiembre, materias que no aprobó. Como eran unos estudios a extinguir, se le dio al alumnado con materias pendientes una prórroga para acabar esos estudios. Eso le supuso a Sivia la oportunidad insólita de ser la única alumna en las clases de Arte y de Literatura española en el curso siguiente.
La profesora de Literatura de Cou le impartía clase en el seminario en un vis a vis, que se prestaba a las confidencias.
-¿Te pasa algo últimamente? Te veo más delgada- Le preguntó la profesora que había observado que su alumna, una chica gorda, había adelgazado muchos kilos.
-Sí-contestó Sivia. Y, tras unos minutos de silencio, añadió:
_Mi antiguo novio y sus amigos me acosan. Cuando voy a la discoteca, me llaman puta y no dejan de asediarme.Por eso he decidido no salir de casa más que para venir al instituto.
-¿Y eso por qué?
-Una llamada fortuita a un número equivocado me llevó a conocer a mi actual novio. Por eso dejé a mi novio anterior. De ahí el acoso.
-¡Joder!-Exclamó la profesora, que no podía explicarse que chicos de dieciocho años fueran tan vándalos y tan antediluvianos.
Silvia se puso a llorar tras acabar su relato. La profesora intentó consolarla, no dejando de rumiar sobre el hecho de que hay gente que no hay quien le quite el pelo de la dehesa.
Años más tarde, Silvia se pasó por el instituto para decirle a la profesora que había contraído matrimonio con aquel chico de Málaga al que conoció por casualidad. Atrás quedaba aquel feo episodio que vivió en plena adolescencia.