Ayer me llego al recuerdo la imagen de tu cuerpo arrodillado junto a mi, con lagrimas en los ojos y rostro de suplica.
Sin remedio tuve que dejarte, era mas el daño que me hacia tenerte que tratar de seguir forzando un adiós.
Nunca me sentí tan triste como ese día. Tal vez no lo entendiste. Tal vez seguiste tu camino como yo el mío, en medio de una incertidumbre de vida, de un futuro sin consuelo.
Aún con la decisión firme de perderte, mis esperanzas de volverte a abrazar se acentuaban con el silencio.
Nunca regresamos, nunca lo haremos, nunca podré explicarle a mi corazón porque debe decir no.
Mis manos quisieron tocarte, mi boca besarte, mi cuerpo entregarse, pero la integridad de mi ser develaba un futuro de tormentas.
Me amaste, lo sé, te ame, lo sabes. Te recuerdo y me recuerdas. Pero descubrimos que estar juntos no sería lo mejor.
Seriamos felices ahora, pero en medio de la infelicidad de otros.
Mientras tantos cruzamos miradas como quien nunca se ha conocido; como quien nunca se entregó a una noche de amor verdadero; como quien nunca tuvo que decir adiós aún no queriendo.
Y para todos somos solo dos transeúntes de diferentes aceras que nunca se conocieron.