Lo cierto es que no pienso en ti como persona. No es feo lo que digo, no fije mi atención en tu envoltorio, en tus ojos, en tus sonrisa… Todo eso vino a ulterior. Después quise recordar como lucías, como hablabas, que decías… No es que no te presté atención, sino que simplemente sucedías a mi alrededor mientras yo recibía, y eso era suficiente para no pensar. No se me presentaba ninguna duda, ninguna inquietud, ningún juicio… ¿Qué más hay? De un momento a otro sentí electricidad por todo el cuerpo, no sólo por la piel, sino por el alma también; y me di cuenta que estaba en problemas.
Recuerdo la habitación como una sucesión de acontecimientos atemporales, si se puede decir así… Un cubo en la nada, conteniéndonos como iguales, compartiéndonos como lo mismo; como trazos difuminándose entre sí…
El choque de materia fue apenas denso, más bien se sintió liviano. El alma impregnándose con fuerza en los poros de la piel, en la sensibilidad de los labios… Sin embargo lo que más recuerdo son las risas… la conexión entre el diafragma y las miradas; cómplice de entendimiento, conexión de juego… Eso. Juego. Magia.
Un momento de suspensión de todo: tiempo, espacio, historia, mente. Todo se integraba perfectamente en lo mismo, nada se pensaba a si mismo, nada se cuestionaba, nada se deseaba, nada se sistematizaba, nada se temía…
Sólo un momento.
Sólo un encuentro,
de lo más puro,
de lo más básico,
de completa aceptación de uno,
de Amor universal por el otro.
Lindos, lindos momentos.
Momentos de plenitud y felicidad.
Momentos de naturaleza misma.
No evadir el lado natural, salvaje, no acobardarse en la erudición, en la lógica y en los protocolos… Aceptar los impulsos… alegrarse de ellos… y reír, siempre reír. |