Ellos los dos son como los dioses.
Ajenos testigos de todo lo humano,
susurran palabras solo con su alma.
Reinan en un mundo de otro escenario,
donde no hay más sitio que para ellos.
Lo suyo es un monologo a dos bocas,
que siempre están fundidas en solo una.
Juegan desde el principio a la soledad,
en la que ellos dos, ya son una multitud.
Juntos ellos se ven una pareja perfecta
y advierten su vida como un torrente,
donde las palabras únicamente vuelan
con las alas de un amor incondicional.