El niño del tambor no es apología, el niño del tambor existe, vive en el fondo de mi casa, sesgado unos 6 metros a ojo torpe, el niño del tambor es malo, es telequinetico, solo basta hacerme a la idea de esa siesta de 30 minutos y … toc toc toc, pum pum pum pum; suspiro.
Mi señora dice que soy yo, “que le tengo idea”, puede ser, un poco. Puedo escuchar el desordenado compas de improvisado instrumento por sobre cualquier ruido, he llegado a subir la televisión al mango y prender dos ventiladores como para aplacar mi sed de propinarle una suculenta putiada a su sinfonía en do menor para tambor intitulado “como romperle las pelotas a los vecinos”. Hablando con un vecino me entere que el niño tiene una leve discapacidad en una de sus manos, a lo que sin maldad pero con mucha saña pensé, QUE HIJO DE PUTA EL FISOTERAPEUTA, que mando como tarea fortalecer a fuerza de acústica destructiva, la diestra o la siniestra de tan insoportable criatura. No hablare de los padres, porque no hay nada que decir, la impertinencia habla por si sola, no todo es malo, he hablado con la inmobiliaria y parece que no hay problema, puedo cambiar la casa.
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