El sonsonete de los días pasados resuenan en sus cabezas y no les permiten concentrarse en su tarea encomendada. Llenar el libro de clases parece más difícil cada año. La ausencia de Margarita le nubla a él los ojos y le entristece el alma. La ausencia de Julián le cala hondo en su pecho a ella y le retuerce el corazón. Levantan la vista y comienza la sincronía. Se buscan en los rincones de la sala de profesores, mas sólo encuentran un puesto vacío.

En espacios distintos comienzan a recordar, uno en el liceo de siempre y el otro en su colegio particular. Un buenos días cómplice en la mañana y una sonrisa, que a pesar de ser discreta, rebela entre ellos lo que habían hecho la noche anterior. Cortinas cerradas y luz tenue en la habitación. La rutina del colegio los obliga a ser creativos a la hora del sexo, de lo contrario, su vida simple les iría apagando de a poco su lozanía. Ella pone las rodillas pegadas a la orilla de la cama y con sus manos se sostiene firme del colchón. Sus senos rozan el cubrecama y al levantar la cabeza logra apreciar el azul inmaculado de la pared. Cierra los ojos y la penetración de él le debilita los brazos. Caen ambos a la cama y, sin dejar pasar muchos segundos, Julián pone las piernas de ella sobre sus hombros. Sus miradas se encuentran de frente y una gota de sudor de él cae sobre la frente de ella. Después de varios intentos por alcanzar el orgasmo que los libera de culpas, la excitación máxima llega por fin. Sus labios se funden en un beso impetuoso, su respiración se acelera y sus cuerpos húmedos y desnudos bailan al son de la canción que acaba de terminar. Suena el timbre y éste los obliga a abandonar de golpe la simultaneidad. Se disfrazan de docentes, y en el enseñar buscan tranquilidad.