VACÍO

Evoca con los parpados entornados la figura de su amado mientras sus dedos ahora peces traviesos chapotean en el humedal que aquél solía provocar. ¡No! Nunca se resignará y ese espacio vacío huérfano de sus besos y embates jamás se acostumbrará a la soledad.

Luego los peces penetran en la cavidad mientras ella entre estertores pronuncia el nombre de aquél y gime arqueando el cuerpo empapado de sudoración y como si al pronunciarlo fuera una invocación, los peces demonizados se adentran y salen frenéticamente de la cavidad acuosa cuyo interior ha ganado elasticidad.

Enseguida los peces pasan del jugueteo a la sapiencia adquirida en sesiones recientes sólo conocidas por su piel y sus sabanas, ahora se restriegan en aquella perla, pequeño vástago erguido presto al combate convocado por los demonios nocturnos de la lujuria.

Ella ha vuelto el rostro hacia el cielo sin pensar en él, gime, da grititos, pues un calor intenso en su cavidad le provoca contracciones simultáneas y rítmicas acompañadas de un cosquilleo ardiente en el pecho y las orejas, al borde del paroxismo incita a los peces a incrementar su movilidad hasta casi enloquecerla y sin saber de dónde surge aquel torrente blanquecino durante diez o doce segundos que a ella le han parecido una eternidad.

Después de un profundo suspiro viene el relajamiento, el éxtasis ya se ocultó entre los pliegues de lo efímero, los peces cumplieron su misión, si bien es cierto que no llenaron el vacío corporal como lo hacía su amado, si provocaron tal hoguera como él, en el pasado.

Antes de caer en un plácido sueño, los peces ahora dedos humedecidos limpian dos lágrimas furtivas desbordadas, porque persiste en ella la ilusión de ver regresar a su amado para llenarle todos los vacíos que ha dejado.