En el Café Central, en la Plaza de José Eulogio, un limpiabotas invidente atiende a los caballeros que los domingos de feria, como se acostumbra a decir en la localidad, toman el aperitivo pensando en el partido de la tarde en el estadio.
Le llaman “El locutor”, Mariano y también “el lustra”. Suele narrar los triunfos y las hazañas del pelotero más famoso de la ciudad, José Eulogio Mariño, “el ciempiés”, mientras recobra el brillo de escarpines, botas y demás zapatos, estimulando igual al forofo que al aficionado.
Algunos incluso, cuando sobre el césped resultan adversas las expectativas, cuando el día se pone negro a pesar del sol porque la cuadrilla local perdió de nuevo, regresan al Café y, mientras toman un carajillo bien cargado, piden “al locutor” que les “cante” aquella galopada del “ciempiés” que luego inspirara a tipos como Maradona, Ronaldo o Messi… Por suerte, nadie le ha contado que, aquel balonazo que le rompió las gafas y dio al traste con su vista por culpa de los vidrios que le rasgaron las córneas, se originó en los rudos borceguíes de su aclamado ídolo.
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