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La mujer le dijo a su vástago que ya estaba listo el almuerzo, pero que no le había alcanzado el tiempo para hacer el jugo. Le había entregado en su plato una parte de un cadáver de una vaca, un montón de arroz, una ensalada y unas papas francesas. El pequeño no quería almorzar porque estaba jugando en su portátil y estaba muy entretenido; la mamá lo llamó varias veces hasta que finalmente el muchachito cedió y se fue a almorzar.

Apenas vio los alimentos le pasó lo mismo que le pasaba cada día cuando le tocaba comer algo, sintió una terrible desesperación; como que quería huir. Pero no, ya le sonaba el estómago pidiéndole alimento, o no necesariamente algo que lo alimentara, quizás algo solamente para llenar su estómago, para que los jugos gástricos no le produjeran mucha molestia por no recibir comida.

Se fue al comedor, e intentó deglutir los alimentos, pero tenía miedo de atorarse, de intoxicarse, de que le cayera pesado lo que iba a comer, de que fuera a vomitar, de que tuvieran que llevárselo a una clínica a desintoxicarlo, de que se atragantara y tal vez muriera ahogado. No era muy consciente de que iba a comerse una parte de un cadáver, no lo veía así, lo veía como una cosa, eso y nada más. Cuando se sentó, se puso a pensar de dónde había venido ese animal, la ensalada, el arroz y las papas. No quiso comer, fue lo primero que pensó, pero tenía que hacerlo, el cuerpo lo instiga a uno porque si uno no come se desnutre y se puede morir.

Con una gran pereza, obligado, tomó los cubiertos y poco a poco, pedazo por pedazo se comió todo. Cada vez que masticaba los alimentos se quejaba para sus adentros, pues consideraba le molestaba tener que masticar, mucho más cuando su progenitora le decía que debía masticar bien los alimentos, por lo que masticaba más y sentía que se cansaban los músculos de su rostro. Lo que sentía era bastante desagradable, era un fastidio que le hacía detenerse; no podía continuar comiendo porque le parecía que eso era esclavitud, y quería ser libre. Al masticar pensaba en la vejez; que quizás lo iban a meter en un ancianato a hacer nada, a dejar que pasen los segundos como torturas nimias, y a masticar cada segundo como actividad diaria sin parar, porque en los ancianatos no hacen nada más; sólo masticar la comida una y otra vez cada instante.

El suplicio de almorzar duró más de media hora; media hora de incoherencia, de tormento mental, de angustia interna, de revoltijo estomacal, de uso desenfrenado de la garganta, de desgaste de dientes, de presión en las sienes por la incoherencia del acto salvaje de alimentarse, de tratar de pensar, de intentar ocupar la mente en algo de matemáticas, física o química, pero sintiendo la imposibilidad de hacerlo correctamente, pues cada vez que tomaba la cuchara para dirigirla a su boca su mente casi que se ponía en blanco, y esto le molestaba porque su mente comenzaba a aburrirse, por lo que se apuraba para terminar de comer.

Dejó la mitad del almuerzo porque se sentía muy lleno, y un poco asqueado al pensar el revoltijo que se le hacía en el estómago y al imaginar que de esa comida se formaría en su interior una masa de materia fecal que estaría adentro de él, la cual al final expulsaría por su ano. Luego de terminar de tomar todos sus alimentos, se devolvió a jugar en su computador personal despreciando su aparato digestivo por completo; su mente quería viajar, perderse en los juegos, en cada uno de ellos y no tener que volver a pensar en comer. Después pensaba en cosas peores, pensaba que cuando creciera tendría que aprender a cocinar, y se le quemaría el arroz, los huevos y otros alimentos. Pensaba en el fastidio que le produciría tener que aprender todo eso, y que le gustaría invertir mejor su tiempo en otra cosa.

Mientras jugaba su cuerpo descansaba un poco de pedirle comida, pero tres horas después, una vez más su cuerpo le requirió que comiera, por lo que tuvo que ir a su nevera a buscar algo, como esclavizado por su cuerpo, tuvo que ponerle pause al juego que estaba jugando, y se fue a buscar algo de comer, sin querer buscarlo.

Texto agregado el 28-02-2015, y leído por 123 visitantes. (1 voto)


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