Echo de menos ¿Sabés? El olor a caña cortada en verano, como moría el sol en tonos pasteles justo atrás del lindero del fondo. Extraño el vapor de la melasa que sobraba del ingenio y vertían por los caminos de piedra para ahogar el polvo, lo caliente que hervía y el error de cruzar a pata pelada por ahí ¡Cómo ardía la imprudencia! Lavar los platos a cambio del almuerzo, y cuando una salida al centro a ver un partido de basquet era el mejor pago para una noche de miercoles. Extraño la plaza escondida entre el bosque, que solía ser un edificio del ICE justo al lado del río, ¡Ay el río! ¿Que si lo extraño? Lo llevo dentro. Me hace falta llegar a tu casa, y verte hilando las horas, matar a charlas la vida, algo de pan, jugo y sueños, que fueron muchos y tan pequeños. Hace falta aquel maullar ahogado en hojitas de madero, mi bici con foquito, creer que soy tu amigo, y que a pesar del tiempo puedo contar con vos aunque el aloe de mi cuerpo te incomode y ya no hagan falta mis letras por tu piel. Me faltan las tardes de tierra mojada, la alegría del retorno, miradas el sentimiento cuando se termina una actividad que sale bien. Nostalgia de bejucos que marcaban el sendero ¡Me los sabía todos! Hasta les puse nombre. Ay si hablara ese bosque, de tanto que le charlé de mi norte, bueno, nunca lo tuve claro, pero para avanzar hay que tomar impulso. ¿Algo más que extrañe? Dejar los anteojos en la mesita de noche, sentir manos en la cintura, y los vapores de madrugada, que ya no recuerdo si calientan o sofocan... ¡Pero no echo en falta ir a clases!