Hasta hace unos años los alrededores de este pozo eran una romería. Aún no se conocía el dichoso Zovirax y los herpes labiales sólo se curaban con el popular conjuro del espejo. Es muy sencillo: se coloca un espejo de mano delante de la boca durante siete minutos, después se ata el espejo con una cuerda de bramante y se sumerge siete veces en el agua del pozo. Acto seguido, se envuelve el espejo en un pañuelo blanco y se entierra bajo un aliso. En siete días el herpes desaparece. Así de fácil, y sin pasar por la farmacia. Lo ideal es un aliso, pero también puede servir una encina, aunque, en ese caso, no se recomienda manejar maquinaria pesada ya que puede producir somnolencia. El pañuelo debe ser blanco, sí o sí, el negro produce jaquecas; el rojo, ligeros brotes de invisibilidad; y el azul, nostalgia. Se desconocen los efectos con pañuelos de otros colores. Hay que seguir escrupulosamente el orden del conjuro. Nunca sumerjas el espejo antes de reflejarte, corres el riesgo de que en la comisura de los labios te aparezca una pequeña salamandra negra con lunares amarillos. Pero lo verdaderamente importante, lo que nunca debes olvidar, es que hay que usar una resistente cuerda de bramante y asegurar el espejo con varios nudos. Si pierdes el espejo en el agua, quedarás atrapado en el pozo para siempre. Ya nunca podrás salir. Aunque, siendo sincero y por quitar hierro al asunto, he de decirte que aparte de las inevitables estrecheces y que esto es un muermo desde lo del Zovirax, la verdad es que dentro del pozo no vivimos mal. |