La fundación del convento de nuestro seráfico padre san Francisco, fue en el solar que dio don Francisco Pizarro a sus santos religiosos en 1536, donde el primer arzobispo de Lima fray Jerónimo de Loayza puso la primera piedra fundamental del primitivo templo de los agustinos, que fue destruido por el terremoto que asolo Lima el 28 de octubre de 1746, al ser reedificado es notable su fachada de piedra de tres cuerpos del más bello estilo barroco, ornamentado en prodigiosa floración embellece la portada con su frenesí de formas.

Merece citarse el coro y la antesacristía de bellísimo artesonado, son agraciados sus claustros y por ellos discurrió fray Antonio de la Calancha, autor de la celebrada “crónica moralizada de la orden de san Agustín en el Perú” el convento conserva la notable escultura en que Baltazar Gavilán interpreta a la muerte, de ella dice fray Bautista de Lavalle el ameno cronista de la Lima colonial.

“es un espectro sombrío e inquietante, una creación de pesadilla, desafiadora es la apostura de esta muerte, entre gallarda y carnavalesca, tiene la cabeza redonda y sabia, sus fijos ojos de fiera habitan orbitas profundas y oscuras, muchas veces se ha detenido en la victima elegida en la turba, los brazos largos y secos tienden el arco, los dedos rígidos y nudosos van a soltar la cuerda, va a silbar la saeta”

Fue hecha para la primera de las andas de la nocturna procesión que sacaban los agustinos el día jueves santo, era esta una de las procesiones más populares y originales de la Lima de nuestros mayores, más de veinte andas alegóricas desfilaban entre millares de cirios acompañados de rezos de la inmensa multitud.