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Escombros

José dejó la azada, al reclamo del cuerpo. La apoyó en el muro, un puzzle de piedras y verodes. Haciendo equilibrios transcurre la jornada, sobre estrechas terrazas de cultivo, colgado de un barranco con peldaños para gigantes. Aferrándose en los terrones; cava papas, planta batatas, recoge ñames. En sus manos, se confunden tubérculo y dedos, observándolo murmura, lo deposita sobre el muro y le pare un nombre, que escasa es la compañía aquí arriba.

Y cuando descansa el equilibrista trabaja el ilusionista, aliviando un dolor de huesos gastados. Tendido boca arriba, lo siluetea un bosque de trebolinas. Tumbado así, volvía a ser chiquillo. Y veía con ojos de niño, veía como por el océano del cielo una bandada de ballenas vuelan con prisas, sujetándose por la cola, para no perder la ruta, cuando el viento las empuja rápidas. Volvía a mirar y entonces veía un hipopótamo con cola de caballo; un camarón con patines que se deshilacha girando sobre sí mismo; el lobo al que se le escapa la nariz; un zapato que camina sin dueño; y a una liebre sentada, erguida sobre sus patas traseras, escuchar atenta la historia que cuenta un cocodrilo, que gesticula exageradamente. Mientras José vuela, sobre el muro, a tía Andrea le comenzaron a salir bigotes tiernos, el enorme abuelo arrugó la piel rojiza de tanto sol y un escarabajo se empeña en darle un paseo subterráneo a su tortuga.

Otro día, en cambio, le trocaron los ojos cuando durmió, los usaba y no acertaba más que descubrir endriagos y pirañas de dientes puntiagudos. Tratando de burlarlos, achicaba los ojos, pero allá aparecen de nuevo.

Y vuelve, vuelve el recuerdo de su cuarto de niño, el rincón donde tapaba los oídos con sus manos y enterraba la cabeza entre las rodillas. Allí, aguardaba que los gritos de padre desaparecieran, portazos al querer, mientras brotaban dibujos derramados sobre las baldosas.

Estos días, José los espanta, manotea con su voz el aire, tararea, engañando al cepo, se sujeta más fuerte a la azada, zafándose de los escombros de otros tiempos, que le sobrevuelan hoy. Aguarda por la vuelta de las migraciones de las ballenas, llama porque no equivoquen el rumbo su vuelo.

Texto agregado el 02-09-2004, y leído por 562 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
25-04-2006 un puzzle de piedras y verodes...Preciosa imagen poética. ¡Qué fácil me resulta imaginar los verodes encima de los tejados de los palacios de La Laguna o de las casas antiguas cerca de la plaza del Adelantado! Saludos. guanachinerfe
28-11-2005 Me ha encantado***** anyglo
22-09-2005 No en vano el apellido de Escombro. El agricultor visionario con manos de raices se me ha quedado dentro. Todos somos un poco así, nube y tierra. Y toda la ternura concentrada en los bigotes de la tía Andrea. azulada
20-01-2005 Precioso texto, realmente con toda la magia que le pones a tu tan particular forma de ver las realidades. Realidades de la vida desde este tú lado de la cámara y desde el otro, el que la mayoría de las veces el mundo no enfoca porque le cuesta admitir que existe un reverso, un negativo de película de vida por revelar y que también late, pero es costoso mostrarlo. Y tú siempre muestras esas dos caras. Mis felicitaciones por tanta riqueza y un fuerte abrazo. carloel22
11-01-2005 me estás sorprendiendo, empecé a leer de abajo a arriba, desde luego eres un maestro del lenguaje, y además de ese uso magistral, tejes historias de una inmensa humanidad, tocan dentro, ahí donde solo llegan los sentimientos. Encantada de leerte, y sigo hacia arriba ondina
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