Quisiera esta mañana que regreses, pequeño ruiseñor a mis jardines, y que dejes tu huella en los jazmines debajo del farol y los cipreses. Tener tu compañía como a veces tenía en otros tiempos de violines, amores que hoy no están y serafines que fueron mi sostén y nunca jueces. Tu canto y tu presencia es el refugio de mi fiel soledad que no me increpa, ni sabe de traiciones y de quejas. Por eso es que recurro a este artilugio, y canto yo también aunque no sepa cambiar mis realidades tan complejas.
Texto agregado el 14-02-2015, y leído por 287 visitantes. (6 votos)